Si cuando dormimos el
cerebro no descansa, entonces, ¿qué está haciendo el cerebro? Lo más vibrante
que hace la mente mientras dormimos es soñar. Cuando te saltas varias noches de
sueño y por fin duermes, sueñas con más intensidad. El descanso para el cuerpo
va bien, pero creo que el cuerpo puede descansar sin dormir, pero no podemos
soñar sin dormir. Así que soñar es la razón por la que dormimos. No soñamos
porque dormimos, dormimos porque soñamos.
Rahul Jandial, neurocirujano, 2025.
Salí a la calle y los coches iban lentos y
la gente iba lenta y los sonidos se estiraban como en un sueño vanguardista.
Antonio Tausiet, El
tiempo ralentizado, 2023.
El sueño es uno de los grandes enigmas de los seres vivos, y
en concreto de los humanos. Cada día, por lo general, tenemos que entrar en ese
estado inconsciente como necesaria renovación biológica. Lo tenemos asumido,
pero es una anomalía extrañísima. La palabra sueño tiene dos significados: el
período en el que dormimos y la actividad de nuestra mente durante ese período.
Tener sueño es tener ganas de dormir, pero tener sueños es
ese suceso en el que elaboramos sin una voluntad dada distintas narraciones imaginativas
en las que estamos involucrados, fuera de la realidad. Todo sucede a la vez y
forma parte de lo mismo, pero hay que distinguir entre los procesos físicos y
los psíquicos.
Cuando dormimos, nuestro sistema glinfático se activa diez
veces más que en estado de vigilia, cuando estamos despiertos. El sistema
glinfático es la vía de limpieza de desechos del sistema nervioso central, con
el cerebro a la cabeza. Además, durante el sueño, el cuerpo entra en estado
anabólico o biosíntesis, que consiste en la reparación de células pequeñas
agrupándolas en otras más grandes, creando células nuevas. También se consolida
la memoria reciente.
El sueño como película narrativa compuesta de imágenes en
movimiento y sucesos, es también llamado ensueño, ensoñación, fantasía nocturna
o actividad onírica. Son recreaciones involuntarias de informaciones
almacenadas en la memoria, creaciones anímicas de la mente que reflejarían represiones
del estado de vigilia. Pueden categorizarse desde las simples imágenes, sonidos
o ideas hasta las recreaciones elaboradas, con escenarios, personas y objetos.
A menudo los sueños cumplen fantasías del durmiente, hasta
el punto de que hablamos de sueños para definir las ilusiones conscientes.
Desde la parapsicología, la oniromancia y las religiones se considera que
existen los sueños premonitorios, un hecho ilusorio en el que creen muchas
personas. Así, si sucede algo que se ha soñado, se infiere que el sueño lo
predijo, sin tener en cuenta que existen las coincidencias, la repetición de
patrones y la influencia de las experiencias previstas.
La ciencia todavía no ha concluido un porqué acerca de estos
cortometrajes virtuales. Se proponen varias explicaciones, ninguna de ellas
confirmada. En los casos de cumplir con deseos, serían la respuesta de la mente
a realidades no alcanzadas. También podrían ser el reflejo ordenado de señales
aleatorias residuales del cerebro. O el resultado del proceso de ordenamiento
de los estímulos exteriores del día. Incluso un mecanismo sanador de los
problemas psíquicos del individuo.
En todo caso, las funciones de los sueños están relacionadas
con un procesamiento mental, que nos prepara para vida consciente. Son la forma
más clara de nuestra vida inconsciente, por ser creados por nosotros mismos sin
participación de la voluntad.
El neurólogo austríaco Sigmund
Freud escribió La interpretación de
los sueños en 1900. En su libro afirmaba que los sueños son la vía de
acceso al inconsciente, que es el que, según él, nos hace actuar como lo
hacemos, y no la mente consciente. Así, un sueño es una representación
simbólica interpretable de la voluntad real del individuo.
Los surrealistas partieron de estas premisas para maximizar
la importancia del inconsciente, abriendo nuevas vías para la creación
artística. Un ejemplo son Los
veinte sueños de Buñuel. Ya lo había dicho Francisco de Goya en 1799, “El
sueño de la razón produce monstruos”, frase que amplió así: “La fantasía
abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella, es madre
de las artes y origen de sus maravillas”. Antes todavía, Francisco de Quevedo había
escrito unos relatos satíricos titulados Sueños y
discursos (1612-1631), donde utiliza el recurso de las ensoñaciones.
La explicación más plausible teoriza que los sueños son
respuestas cognitivas incoherentes a informaciones acumuladas en la memoria que
no están ordenadas durante el período en que dormimos, porque no provienen de
los sentidos: vista, oído, tacto, olfato, gusto. De ahí el carácter absurdo de
lo que soñamos, historias irracionales, desordenadas.
No obstante ese carácter absurdo, hay distintos tipos de
sueños. El transgresor, donde realizamos acciones que nos prohibimos durante la
vigilia; el recurrente, que nos asalta una y otra vez; el de despertar sin
despertar, en el que tenemos un sueño dentro de un sueño; el angustioso, que
proviene de traumas concretos; la pesadilla, sueño desagradable activado por el
estrés; el lúcido, en el que somos conscientes de estar soñando; o el erótico,
que llega a producir orgasmos reales.
Si bien no es del todo cierto que dormimos para soñar,
porque durante esos momentos el cuerpo realiza funciones fisiológicas
reparadoras, quizás sí que lo más relevante que sucede cuando dormimos es
soñar. La ciencia no ha explicado todavía por qué soñamos, pero lo que está
claro es que los sueños son la manifestación más clara de la idea de libertad
individual, sin las ataduras de la realidad, y un motor muy importante de la
creación artística. Me voy a dormir.