El relato
mítico de la llegada de la Virgen a Zaragoza en el año 40, transportada en
carne mortal por un coro de ángeles que traían una columna, se escribió catorce
siglos después, en 1471. El templo de Santa María ya existía antes, y la
leyenda pilarista se fomentó para colocar a la ciudad en la ruta del incipiente
Camino de Santiago, apóstol que se añadió a la narración como receptor del
regalo de la Virgen.
En el
siglo XVII la propaganda pilarista se recrudeció, para resultar victoriosa ante
el resto de hitos religiosos urbanos: la catedral del Salvador y su milagroso
Santo Cristo, el santuario de los Mártires, con Santa Engracia y San Lamberto a
la cabeza, el niño Santo Dominguito de Val o la propia Virgen del Portillo. Ese
contraataque se asentó en tres acontecimientos: el milagro de Calanda (1640),
la consagración de la Virgen del Pilar como patrona de Zaragoza (1653) y la
unificación de los cabildos de la Seo y del Pilar (1675). La Virgen del Pilar
ganó contra la Seo: en 1678 se le declaró patrona de Aragón, y con ello se
terminó por identificarla con la idea de nación aragonesa, exportada después a
todo el territorio de España.
En 1612
el ayuntamiento instauró el 12 de octubre como día del Pilar, pese a que la
fecha asignada por la tradición a la venida mariana había sido el 2 de enero.
En 1757 se institucionalizó la procesión del Rosario del Pilar, y tras el
estallido de la Revolución francesa se utilizó a la Virgen del Pilar como
bastión ideológico contra los ilustrados; esta posición se afianzó en los
Sitios de 1808 y 1809, y sobre todo en su utilización política posterior. Para
echar más leña al fuego, un rayo había entrado en el templo en 1798, llegando
hasta la Santa Capilla sin causar ningún daño.
En 1880
se organizó una gran peregrinación al Pilar, inspirada en el modelo de Lourdes,
que fue utilizada para apuntalar la idea de España como nación católica. Como
en todas las ocasiones anteriores y posteriores de estas apropiaciones
políticas, la respuesta de las fuerzas de progreso fue prácticamente nula, con
la excepción anecdótica de un pequeño explosivo que fue colocado en la Santa
Capilla, y que sólo provocó el cambio de la música religiosa que se escuchaba
en ese momento por una marcha militar.
A
principios del siglo XX se consolidó la religión como vehículo político de la
derecha, con hitos zaragozanos como la coronación de la Virgen en 1905 y el
centenario de los Sitios en 1908, asentando un regionalismo pilarista y
españolista. En 1918 se acabó proclamando fiesta nacional al 12 de octubre, con
la amalgama de los conceptos de hispanidad y de catolicismo, por la
coincidencia del descubrimiento de América con el día del Pilar. Cinco años
antes, la Virgen del Pilar ya había sido declarada patrona de la Guardia Civil.
Tras una
nueva potenciación de todos esos disparates durante la dictadura de Primo de
Rivera, la Segunda República atemperó efímeramente esa deriva simbólica, que
había llevado a la primera promoción de cadetes formados por Franco en la
Academia general Militar a postrarse ante la Santa Capilla en 1929. El
desenlace de la Guerra Civil terminó implantando los principios del
nacionalcatolicismo, con los tintes aragoneses del baturrismo, divulgados por
el cine con Gigantes y cabezudos (1926), y sobre todo con Nobleza baturra, en
sus tres versiones, de 1925, 1935 y 1965.
El 31 de
julio de 1936 se restituyó la imagen del Pilar retirada del ayuntamiento en
1932, y el 3 de agosto cayeron tres bombas en la plaza y el templo mariano,
cuya ausencia de explosión fue declarada milagrosa y utilizada por el bando
sublevado para reforzar la interpretación religiosa que justificaba su ataque a
la democracia. Manuel Azaña pronosticó en 1937 que un potencial triunfo del
fascismo en España conllevaría “sables, casullas, desfiles militares y
homenajes a la Virgen del Pilar”. En 1939, Franco celebró el 12 de octubre en
Zaragoza, proclamando al Pilar “templo nacional y santuario de la Raza”,
afianzando la chifladura de considerar su guerra una “santa cruzada de
redención de España”.
En 1940
se celebró el XIX centenario de la venida de la Virgen, y el arzobispo
Rigoberto Doménech concluyó que su presencia había propiciado “desterrar de la
patria el arrianismo, a los secuaces de Mahoma y a los marxistas”. En 1941 se
la proclamó Reina de la Hispanidad, y en 1943 fue creada la Institución
Fernando el Católico, poderoso organismo de propaganda reaccionaria controlado
por la Falange, que contribuyó a asociar a la Virgen del Pilar con los hitos
históricos de la conquista de América, la Guerra de la Independencia y la Guerra
Civil, con un congreso organizado ad hoc en 1958, ciento cincuenta años después
de los Sitios.
En
octubre de 1954 se inauguró la nueva plaza del Pilar, una gran explanada para
albergar movilizaciones religioso-políticas de masas, como el Congreso Mariano
Nacional que congregó allí en esas fechas a miles de zaragozanos en torno al
dictador. En 1958, por consejo del catedrático Antonio Beltrán, entonces
concejal del Movimiento Nacional, el Ayuntamiento organizó la primera ofrenda
de flores, que automáticamente se convirtió en tradición secular. Y desde 1964,
el equipo de fútbol local se sumó a la simbiosis pilarista, acudiendo a ofrecer
sus trofeos a la imagen de la Virgen, como también en 1995, y presentándose en
la Santa Capilla cada año. Ese lugar sagrado, por supuesto, también ha sido
visitado con fruición por políticos conservadores españoles y de todo el mundo.
Tras la
muerte de Franco en 1975, la utilización política del Pilar continuó su
andadura. En 1977 se instaló en el templo una megafonía que difunde a gran
volumen una jaculatoria pilarista cantada, nada menos que tres veces al día
durante todo el año.
Su lógico desmantelamiento, solicitado por asociaciones laicistas, ha sido
rechazado con el manido argumento de la tradición... En abril de 1978 se
organizó una gran manifestación autonomista, y el cabildo colocó una bandera de
Aragón junto a la imagen de la Virgen.
En 1982,
el papa Juan Pablo II visitó la ciudad y resaltó la condición de Reina de la
Hispanidad de la Virgen del Pilar. En 2005 se organizó una peregrinación al
Pilar, con medio centenar de obispos y 50.000 personas, continuación de esas
convocatorias de masas iniciadas más de un siglo atrás. Allí se leyó una carta
del papa Benedicto XVI donde se quejaba de los intentos secularizadores de
dejar a la religión “confinada en el ámbito puramente privado”. Rememorando lo
sucedido en 1880, en 2013 el denominado “Comando Insurreccionalista Mateo
Morral” colocó un artefacto explosivo en la basílica, que dañó algunos bancos.
La respuesta institucional del ayuntamiento socialista fue adoptar el lema “El
Pilar no se toca” durante las fiestas de octubre.
Para
ampliar información, recomiendo el libro La
Virgen del Pilar dice… Usos políticos y nacionales de un culto mariano en la
España contemporánea (Francisco Javier Ramón Solans, 2014). En nuestros
días, la devoción local a la Virgen del Pilar sigue profundamente arraigada en
la mayoría de la población. Ello es fruto de la estrategia machacante de las
fuerzas conservadoras durante siglos, y otra de las claras muestras de
permanencia, parece que eterna, del franquismo sociológico, tanto en el Estado
como en la capital de Aragón.
El extraordinario
–por irracional- apego de los zaragozanos y aragoneses hacia esta figura
legendaria, inventada en el siglo XV, continúa mayoritariamente presente en el
final del primer cuarto del siglo XXI, y tiene trazas de seguir presente en las
mentes adocenadas de las generaciones venideras. Tanto es así, que organismos institucionales
locales dependientes de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento de Zaragoza
practican todavía la censura contra lo que ellos consideran mención crítica,
gráfica o escrita, a ese ridículo personaje femenino.
Dos
ejemplos recientes prueban esta afirmación: por un lado, una institución
científica eliminó a la Virgen del Pilar de la portada de un libro publicado
por ella en 2024; por otro lado, el catálogo de un certamen cultural de 2025 vio
alterado su contenido por incluir referencias al tema. En el primer caso, los
mandamases eran del PSOE; en el segundo, del PP. Este último partido político y
su socio de la ultraderecha siguen blandiendo en público y en privado el icono
pilarista como arma contra los ideales democráticos, del mismo modo que se hacía
en la dictadura.
Adjunto un
breve fragmento de mi documental Zaragoza
vil (2019), en el que hago un rápido repaso humorístico por las iniquidades
asociadas a la Virgen del Pilar, esa presencia atroz con la que se sigue
identificando al lugar que habito.
El grueso
de este texto procede del artículo El
mito de la Virgen del Pilar. Cronología de una apropiación política,
publicado en El Periódico de Aragón el 30-1-2022.