Conversación entre dos personas acerca de la libertad de
expresión en nuestros días, comparada con la que había hace unos años, para
dilucidar si era mayor o no. A medida que avanza el intercambio de opiniones,
se hace más complicado distinguir entre un interlocutor y otro, hasta el punto
de que parecen acabar teniendo la misma voz.
-Estoy hasta las narices de leer textos de enteradillos
diciendo que hoy en día hay menos libertad (en nuestro entorno occidental,
blanco y democrático, minoritario en el mundo).
-Eso es que no viviste los ochenta en España, eres muy
joven. Entonces, por ejemplo, se publicaban cómics que mezclaban la crítica
social con la pornografía. En nuestros días no se da un fenómeno así, porque
todos estamos ahora desarticulados, sin grupos sociales que generen una
verdadera protesta.
-Me hartan los listos entrados en años que añoran un pasado
inexistente, una arcadia feliz en la que se podían hacer canciones, novelas o
películas donde sus narrativas explicitaban actos ilegales o libérrimos.
-Pero recuerda que lo legal no tiene que ser exactamente lo
ético. Hay leyes injustas, y por eso mismo se cambian por otras, a medida que
el tiempo pasa y las costumbres también.
-La ficción era, para vosotros, el memorable vertedero de
las bajas pasiones, de las relaciones incestuosas, del abuso de menores, de la
burla al diferente. Según esas tesis, hoy no se podría hacer tal película en la
que una mujer madura tiene relaciones sexuales con un varón menor de edad, o
viceversa.
-Claro que se podría hacer todo eso, pero no tendría un
seguimiento tan amplio, porque las represiones de entonces no son las
represiones de ahora.
-Hoy no se podría hacer tal canción en la que el hombre
relata en primera persona que desea matar a su pareja. Hoy no se televisarían
chistes de mariquitas. Hoy no se publicaría esa novela clásica conde se explota
a los esclavos con crueldad.
-Ya se compuso, se televisó y se publicó. La sociedad avanza
y ahora está por otras cosas. Todo eso son argumentos ultraderechistas asumidos
por la mayoría de nuestra actual sociedad de la opinión experta sobre cualquier
cosa. La creación artística tiene hoy muchísimos menos límites que hace
cuarenta años. Se generan textos, vídeos, canciones e ilustraciones de
contenidos extremos y felizmente libres.
-La clave está en que los contenidos actuales son
diferentes. No le des más vueltas.
-El argumento de un pasado glorioso en el que te podías
cagar en cualquier cosa es una vergonzosa muestra de senectud, un penoso
ejemplo de cómo el paso del tiempo convierte a muchas personas en máquinas de
añorar un ayer fabricado.
-No es malo ser mayor. Cada generación añora su juventud,
porque es el tiempo en el que se produce la plenitud previa al ocaso.
-Tras la muerte de Franco continuó habiendo censura hasta
los años ochenta. Después, los gobiernos socialistas la mantuvieron y los
conservadores la afianzaron. En nuestros días, las querellas falangistas siguen
atascando los juzgados.
-El modo conservador de intentar detener el tiempo es ese.
Nada nuevo en el horizonte.
-La buena noticia es que la deriva reaccionaria actual se
topa con una realidad evolucionada, mal que les pese. La gente tiene asumido el
divorcio, el aborto, la homosexualidad, la presencia de extranjeros entre
nosotros. Cualquier canción, película, novela o noticia cuyos sesgos sean
degradantes ya no hacen gracia, ya no escandalizan, ya no sirven.
-Eso es lo que yo intentaba decir con otras palabras. Nadie
es bueno o malo; es el transcurrir de los días el que marca la agenda de
réplicas y contrarréplicas.
-Añorar un pasado en el que vejar o mostrar realidades
anómalas parecía el culmen de la libertad no es más que sacar a la luz la
alimaña de las entrañas de muchos que se decían liberales y dejan claro ahora
que no eran más que fascistas ávidos de convalidar socialmente sus instintos
monstruosos.
-La edad cronológica suele ir acompañada de la edad mental,
pero algunas personas se resisten a ello y siguen defendiendo ideas avanzadas a
edad avanzada.
-Sí, carcamales, sí se puede escribir hoy lo que se quiera,
sí se puede hacer crítica de lo que sea, sí se puede mostrar la cara oculta del
ser humano, sí se puede poner sobre la mesa cualquier tipo de relación sexual,
sentimental o pretecnológica.
-Claro que sí, pero lo distinto es la incidencia en las
nuevas mentes de los viejos esquemas, que tiende a cero. Lo que no admite ya la
gente nacida en las últimas décadas es la justificación del odio al diferente,
la demonización del explotado, la exhibición gratuita de las miserias
disfrazada de libertad. Ahora se ponen encima de la mesa otras maravillas y
otras atrocidades, sencillamente.
-Todas las obras artísticas, desde el cómic a las rancheras,
que se generaron cuando estaba vigente el supremacismo masculino y la ideología
ultracatólica, están disponibles en los servidores de internet, en las librerías
de viejo, en los archivos de las órdenes religiosas. También en las hemerotecas
de los medios alternativos, en las grabaciones de los grupos musicales
antisistema, en las páginas web de los diplodocus.
-Es decir, que si permanecen es como vestigios arqueológicos.
-La democratización de la información del último cuarto de
siglo es, por un lado, contenedor de todo lo que se generó, y por otro,
depósito en progreso de todo lo que se genera. Quiero decir que ya queda claro
que no hay límites. Quiero decir que hoy sí se podría hacer.
-Se podría pero no se hace, porque las sociedades son
gestoras de nuevos paradigmas. Las cosas no son mejores por ser antiguas. Las
cosas son mejores o peores según baremos siempre basados en el presente; en el
presente de las mentes de los vivos, o al menos de los que aún parecen exhalar
hálito vital. Desconfiemos siempre de quienes defienden la mejora hacia atrás.
Por definición, el cambio constante se produce hacia delante. Por muy grande
que sea el grupo humano que reivindica el pasado, nunca superará al de los que
crean las nuevas corrientes.
-No digo que la adocenación mental contemporánea sea un
logro maravilloso. Al contrario. Esa idiotez congénita, que empapa casi todo en
nuestros días, es un reflejo casi exacto de la que reinaba antaño, ahora con
sus peculiaridades contemporáneas. Lo que digo es que antes se podía pintar un
cuadro mostrando genitales y ahora también. Antes y ahora creaba problemas,
conflictos, controversias.
-La historia se repite una y otra vez. Los temas cambian,
los fondos y las formas cambian, las necesidades y los hábitos cambian, pero
las controversias permanecen. Una narración sin conflicto no es una narración.
-Quienes confunden libertad de expresión con contar chistes
de mariquitas o gangosos son los mismos que denuncian y persiguen a los que
defienden la paz, la igualdad o la lucha contra el cambio climático.
-Pueden copar tertulias, controversias y hasta cátedras,
pero el viento del signo de los tiempos les arrastrará irremisiblemente.
-Se tiende a valorar un mundo idealizado que nunca tuvo
lugar. Todos aquellos que lo hacen morirán en los próximos años. Y bien muertos
estarán.
-Y aquellos que hayan sido motores del cambio también
perecerán, pero su legado quedará inscrito en el libro del género humano, un
grueso volumen alimentado por las vidas de quienes dedicaron su existencia a
mejorar, mirando hacia adelante, contagiando su alegría y su esperanza.
-Ahora bien, nada de todo esto habrá tenido sentido más allá
del que se le daba en su momento o se le dio después. Quiero decir que estas
querellas se dan entre los miembros del género humano, antiguos, modernos o
futuros, un colectivo ínfimo, casi despreciable, en el inmenso espacio del
cosmos.
-Hoy no se podría redactar un texto como este. Ayer tampoco.
-¿Y mañana?