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El despertar de Buñuel

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El despertar de Buñuel
(Le réveil de Buñuel, Jean-Claude Carrière, 2011).

“Dialogar con un muerto: un género antiguo, que he intentado trasladar al gusto de hoy. Pero hay muertos que se callan y otros que hablan. Este era el caso de Luis Buñuel. Sorpresa: él no había perdido sus frases mordientes, su mirada brutal, su reír hasta llorar. Me bastaba con escucharle. Hay muertos más vivos, a veces, que los que creen haberles sobrevivido”.
(Del texto de presentación del libro)

Jean-Claude Carrière escribió con Luis Buñuel los guiones de seis de sus películas, además de otros no realizados. También fue quien redactó en 1982, al dictado del cineasta, su autobiografía (Mon dernier soupir, “Mi último aliento”, traducido como Mi último suspiro). Al final de ese libro, Buñuel expresa su deseo de poder levantarse de entre los muertos de vez en cuando, e informarse de la marcha del mundo comprando algunos periódicos.

Esa idea es la que sirve de excusa narrativa a Carrière para redactar su texto. Recordando las palabras de Buñuel, compra unos periódicos y se los lleva a la tumba, en el cementerio de Montparnasse. El muerto se incorpora y conversa con el vivo, en varias visitas semanales.

La innegable sensibilidad artística de Carrière fluye por el texto, inspirada por la fuerte personalidad de su maestro y amigo. La anécdota argumental, narrada con fluidez, es el sustento de los recuerdos del escritor, que son los que nutren la mayor parte del libro. Tanto es así, que el mismo año, Carrière publicó Mémoire espagnole (Para matar el recuerdo. Memorias españolas, 2011), cuyo núcleo esencial vuelven a ser los recuerdos compartidos con Buñuel, aunque pretende llegar a ser un ensayo sobre la idiosincrasia española.

Pese a que en ocasiones se entremeten párrafos prescindibles de la filosofía social del guionista, esta falsa segunda parte de Mi último suspiro es una delicia, un ensayo disfrazado de novela en estado de gracia. En los momentos en los que el cadáver descansa, Carrière hace un recorrido minucioso, no sólo por las jornadas de trabajo compartidas entre ambos, sino también por sus charlas: buena parte del texto son palabras de Buñuel entrecomilladas, reproduciendo numerosas reflexiones inéditas suyas. Las frases del personaje resucitado son también reminiscencias del pensamiento del Buñuel vivo, de su humor, de su ética y de su modo de hablar.

Carrière disfruta recordando momentos clave, como el del homenaje a Buñuel de los grandes directores de Hollywood, ya relatado en el libro de 1982, pero ampliado aquí.

Un error imperdonable del mundo editorial en castellano ha obviado la traducción de este libro, provocado seguramente por la repetición de algunas reflexiones y vivencias con respecto a los de 1982 y 2011, estos sí publicados en español. Pero nada sería más fácil que publicitarlo como lo que es: la segunda parte de Mi último suspiro, una magnífica recopilación de reflexiones y situaciones inéditas del cineasta aragonés universal.

Personajes de humor en la animación estadounidense

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Mickey, Donald, Goofy, Pluto. 

Pájaro Loco, Chilly Willy. 

Súper Ratón, Urracas Parlanchinas. 

Félix el Gato. 

Popeye, Betty Boop. 

Porky, Elmer Gruñón, Pato Lucas, Bugs Bunny, Piolín y Silvestre, Correcaminos y Coyote, Pepe Mofeta, Yosemite Sam, Gallo Claudio, Speedy Gonzales...

Tom y Jerry, Ardilla Loca. 

Míster Magoo, La Zorra y el Cuervo. 

La gata loca. 

La pequeña Lulú, Casper. 

Pantera Rosa, El Inspector, La hormiga y el oso hormiguero, La pícara viborita. 

Huckleberry Hound, Oso Yogui, Los Picapiedra, Los Supersónicos, Scooby-Doo, Los autos locos, Canuto y Canito, Pepe Pótamo y So-So, Don Gato, Hong Kong Phooey, Hormiga Atómica, Lagarto Juancho, León Melquiades, Leoncio el León y Tristón, Maguila Gorila, Loopy de Loop, Osos Montañeses, Pixie y Dixie, Tiro Loco McGraw, Tortuga D’Artagnan, Yakky y Chopper, El joven Simbad, Los Pitufos... 

Carlitos y Snoopy. 

Inspector Gadget. 

Garfield. 

Los Simpsons.

Están separados por productoras y ordenados cronológicamente. 

La última cena comunista

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San Bartolomé: Nicolae Ceaușescu, presidente de Rumania de 1967 a 1989.
Santiago el Menor: Enver Hoxha, secretario general del Partido del Trabajo de Albania de 1944 a 1985.
San Andrés: Josip Broz Tito, jefe de Estado de Yugoslavia de 1945 a 1980.
Judas Iscariote: Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética, de 1985 a 1991.
San Pedro: Iósif Stalin, máximo dirigente de la Unión Soviética de 1924 a 1953.
San Juan: Vladímir Ilich Lenin, máximo dirigente de la Unión Soviética de 1922 a 1924.
Jesucristo: Karl Marx, filósofo comunista alemán (1818-1883).
Santo Tomás: Friedrich Engels, filósofo comunista alemán (1820-1895).
Santiago: Mao Zedong, máximo dirigente de China de 1949 a 1976.
San Felipe: Hồ Chí Minh, presidente de Vietnam de 1954 a 1969.
San Mateo: Fidel Castro, máximo dirigente de Cuba de 1959 a 2011.
San Judas Tadeo: Kim Il-sung, jefe de Estado de Corea del Norte de 1948 a 1994.
San Simón: Ernesto Che Guevara, comandante de la revolución cubana (1928-1967).

Novela "El artista"

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“El artista”. Joaquín Carbonell, 2014.

Francisco Umbral llega a Madrid en 1961, año del rodaje de Viridiana. En sus 25 libros de memorias madrileñas, el escritor narra sus vivencias en la capital. El tomo más relevante es “Trilogía de Madrid” (1984), tanto desde un punto de vista literario como de acumulación de datos, opiniones y vivencias. El cantautor Joaquín Carbonell ha escrito una novela inspirada en la recopilación de ensayos “La España de Viridiana” (2013), con un protagonista que, como Umbral, se instala en la capital en 1961, precisamente para trabajar en la película de Buñuel. Mezclando rasgos autobiográficos (tanto el personaje como el autor son de la provincia de Teruel) con un profuso anecdotario de la época, construye un artefacto cuyos pasajes más apreciables son, paradójicamente, los que rememoran con regusto poético las arideces del Bajo Aragón. 

Otra de las obras consultadas para situar el momento histórico y sus pequeñas claves es el completo estudio “De Bienvenido Mister Marshall a Viridiana. Historia de UNINCI” (2006), de Alicia Salvador, pareja del productor aragonés Eduardo Ducay. De vocación vitalista, Carbonell contagia esa soltura suya para mezclar situaciones dramáticas con chascarrillos, y consigue entretener al lector con las peripecias de Antonio, un sencillo joven de extracción humilde (tan atolondrado como desenvuelto) que se ve rodeado de personajes clave de la agobiante y absurda España de Franco. 

Con un arranque inspirado en “La ciudad de los prodigios” (1986) de Eduardo Mendoza, la trama deriva en dirección opuesta a la del catalán, que hacía triunfar a su Onofre, convirtiéndolo en una especie de Ciudadano Kane barcelonés. Antonio Zaera volverá a su provincia, para vivir de los recuerdos: el Partido Comunista clandestino, los toros, los esbirros del dictador, los actores del cine, las mujeres que lo amaron… 

Hacia el final de su obra, Carbonell lanza un guiño al lector/crítico, cuando el alcalde de Andorra (Teruel) entrega sus poemas al protagonista: “Si son buenos los pondremos en el programa de fiestas. ¡Dime la verdad o te parto la crisma a correazos!”. La respuesta la tiene que dar cada persona que se adentre entre sus páginas. Luis Buñuel, que cuenta con alguna pequeña aparición en el libro, dejó escrito que “En alguna parte, entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, libertad total del hombre”. El desenlace de esta novela parece hacer su pequeño homenaje a la filosofía del genio de Calanda.

El mundo del rodaje

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Ya a la venta el libro "El mundo del rodaje. Procesos de realización audiovisual" (2015), de José Ángel Delgado, Antonio Tausiet y Camino Ivars. Se trata del primer compendio de todos los aspectos relacionados con la creación de una película. Un libro de 278 páginas que hace un repaso exhaustivo del proceso audiovisual: historia del cine y la televisión, equipo humano y documentos, material técnico, producción, grabación, lenguaje audiovisual y montaje. Desde los orígenes del cinematógrafo hasta Internet, desde la escritura del guion hasta el estreno. Para curiosos, estudiosos, profesionales o cinéfilos. En un solo volumen, todas las claves de las imágenes en movimiento, ya sean largometrajes, cortos o programas de televisión.

Más información y descarga del índice:
El mundo del rodaje. Procesos de realización audiovisual

Publicaciones en papel de Antonio Tausiet:
http://seronoser.free.fr/publicaciones


Paolo Sorrentino

Egobiografía onírica del Marqués de Sadefín

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Ya está en prensa el libro de historietas de Serafín Rojo Egobiografía onírica del Marqués de Sadefín. Edición crítica de Antonio Tausiet. Para más información y reservas, pulsar aquí.

Sinfonía industrial de David Lynch

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En 1990, después de rodar Corazón salvaje, el director de cine norteamericano David Lynch dirigió un filme titulado Industrial Symphony No. 1, con el subtítulo de The Dream Of The Broken Hearted. Se trata de la filmación de su espectáculo musical del mismo nombre, un concierto-performance de la cantante Julee Cruise (que fue representado dos veces en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York), precedido por una escena en la que vemos a Laura Dern y Nicolas Cage (los Sailor y Lula de Corazón salvaje) conversando por teléfono, en la que él le comunica que rompe con ella su relación amorosa. La duración de esta película es de 50 minutos, y consta de 10 canciones compuestas por el coproductor, Angelo Badalamenti, con letra del propio Lynch. Cinco de ellas son interpretadas por Julee Cruise.

Una de las piezas consiste en la recitación por parte del actor enano Michael J. Anderson(que aparece en los sueños de Twin Peaks) del mismo diálogo que protagonizan Dern y Cage en la introducción. A lo largo del espectáculo, vemos a una actriz ataviada con unas bragas negras y zapatos de tacón, que evoluciona entre un andamio y acaba dentro de un coche de los años cincuenta.

Mediante bridas, distintos personajes de la instalación simulan volar, aparecen varias bailarinas y las canciones nos hablan de la ruptura amorosa, acabando con alusiones a la guerra, con un conjunto de muñecos que penden de cuerdas sobre el escenario. El espectáculo se puede considerar una versión ampliada del tema que fue compuesto para la película de 1986 Terciopelo Azul (Mysteries of love), primer encuentro entre Lynch y Badalamenti, interpretado también allí por esta cantante.

Un audiovisual poco conocido que contiene la permanente capacidad de fascinación de David Lynch, y que traigo aquí para difundirlo un poco más. 
Coda realidad/ficción: la actriz Isabella Rosellini, pareja de David Lynch desde 1986, cuando protagonizó Terciopelo azul, fue abandonada por éste tras el rodaje de Corazón salvaje, donde ella interpreta a Perdita Durango. Justo entonces David Lynch ejecutó suSinfonía industrial número 1, en la que plasma esa ruptura.

Simplejo de Bozeman

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El “Bozeman’s Simplex” o “Simplejo de Bozeman” (pronunciado en castellano “Bosman”) es el síndrome que padece el personaje Blinky Watts (interpretado por Tracey Walter) en la serie de televisión de David Lynch “On the Air” (1992).

Esta enfermedad (por llamarla de alguna manera) afecta directamente a su oficio de operador de la mesa de sonido, en el concurso que se emite en directo por televisión en el desarrollo de la trama. Sus síntomas son que ve 25,62 veces más que el resto de las personas. Ello provoca que tenga una mayor capacidad para manejar los mandos de su máquina reproductora de sonidos pregrabados.

Las visiones de Blinky incluyen perritos de peluche, martillos, guerreros africanos, muñecas, Santa Claus, policías, tijeras de podar o patos. Un ejemplo, la imagen que ilustra esta entrada. Para hacerse mejor a la idea, ver el video que encabeza este comentario, donde recopilan algunas de estas visiones.

Hannibal Lecter: la saga

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Publicado el 26 julio, 2009 por Antonio Tausiet


El caníbal más famoso del cine es Hannibal Lecter, un atractivo asesino que se dio a conocer en El silencio de los corderos (1991). La interpretación de Anthony Hopkins y la dirección de Jonathan Demme consiguieron que Hannibal el caníbal se añadiera por derecho propio a la galería de monstruos del séptimo arte.  La continuación de la historia fue puesta en manos de Ridley Scott (Hannibal, 2001), y la saga siguió estirándose con El dragón rojo (2002, precuela de la de 1991) y Hannibal: el origen del mal (2007).
Hannibal Lecter es un refinado y culto psiquiatra, cuya propia psicopatía le lleva a cometer asesinatos para comerse a sus víctimas. Posee inteligencia, reflejos y fuerza física superiores a la media. Su atractivo reside en la clásica identificación de los héroes del terror con el lado oscuro de cada uno, y en la fascinación erótica por el poder, encarnado en este caso por alguien capaz de adentrarse en las supuestas causas de los complejos adquiridos. El precedente más cercano entre la panoplia de personajes monstruosos podría ser el Conde Drácula, con quien comparte varias características.
El veterano productor de Hollywood Dino de Laurentiis es el propietario de los derechos del personaje creado por Thomas Harris. Ha ido explotándolo a través de los años, hasta el punto de que la novela en la que se basa Hannibal: el origen del mal -última película realizada-, fue escrita por encargo directo de este productor. La nota curiosa la pone el hecho de que la única entrega no promovida por De Laurentiis fue El silencio de los corderos, a cuyos promotores cedió la explotación gratuitamente.
Estas son las cuatro películas de la serie, en orden cronológico respecto a la trama que relatan. Para completar la presencia de este peculiar gourmet en la historia del cine, es preciso añadir que en 1986 el efectista Michael Mann ya había dirigido Hunter, la primera película basada en una novela de la saga, El dragón rojo (que tuvo su versión “oficial” en 2002). El monstruo fue interpretado por Brian Cox y la producción ya corrió a cargo de Dino de Laurentiis.
1. Hannibal: el origen del mal (Peter Webber, 2007) **
El responsable de La joven de la perla cambia de registro y asume la dirección de esta película, en la que se nos cuenta la infancia y adolescencia de Lecter. Entretenida aunque algo plana. Por supuesto, no aparece Anthony Hopkins; la única presencia conocida es la de Gong Li, bastante avejentada. El joven Hannibal es interpretado por el francés Gaspard Ulliel, que busca vengarse de los asesinos de su hermana pequeña.
2. El dragón rojo (Brett Ratner, 2002) ***
Lujosa producción donde lo más importante es el elenco: amén de Anthony Hopkins como secundario, encarnando a un Lecter encarcelado, aparecen los magníficos actores Edward Norton, Ralph Fiennes, Harvey Keitel, Emily Watson, Philip Seymour Hoffman y Mary-Louise Parker. La adaptación de la historia original -precedente claro de la famosa El silencio de los corderos– no pasa de un aprobado, pero se deja ver y mantiene el suspense. Hannibal ayuda a un agente del FBI a capturar a un asesino en serie.
3. El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) ****
Con un director de calidad, un guión inteligente y una actriz correcta, Jodie Foster, se construye la primera película realizada de la saga (si no contamos la de 1986). Meticulosa adaptación y magnífica interpretación de Anthony Hopkins, que pese a no aparecer demasiado se erige en protagonista absoluto. La novela original es la segunda escrita, repitiendo el esquema de la anterior, El dragón rojo, aunque cambiando el sexo del agente del FBI.
4. Hannibal (Ridley Scott, 2001) **
Secuela de El silencio de los corderos, aburrida e impropia de su director. Los famosos actores que intervienen -además de Hopkins, Julianne Moore sustituyendo a Jodie Foster, Gary Oldman y Ray Liotta- no levantan una trama plagada de memeces. Tras su huida en la entrega anterior, Lecter vive en Florencia como un respetado profesor de Arte.

Ridley Scott y el cine de tarados

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Publicado el 6 agosto, 2009 por Antonio Tausiet


Tarados somos todos. Yo el primero. Y este artículo inconexo viene a demostrarlo de nuevo. Ridley Scott, famoso director de cine, tiene una tara fundamental: es un puñetero mercenario. El único elemento común de sus películas es la extraordinaria calidad de su factura. Pero su filmografía es un cóctel donde cabe la comedia, el thriller, el terror, la fantasía, la ciencia ficción, el cine bélico… y una película de tarados: Ridley Scott dirigió en 2003 Los impostores, con un Nicolas Cageespléndido en su papel de obsesivo compulsivo. Véase el apunte sobre este film en la lista de más abajo.
Esa comedia es el elemento común que aglutina el presente estudio. El hecho de que Scott intente con todos los medios a su alcance -que son muy numerosos- que sus películas sean ante todo fábricas de hacer dinero, no quita que un buen puñado de ellas haya pasado por derecho propio a formar parte de las mejores producciones de Hollywood. En mi enajenación, las acabo de ver todas, y os ofrezco una lista comentada, con puntuaciones y todo.
Por otro lado, la nómina de películas que tratan de personajes que están mal de la cabeza, son disminuidos psíquicos, subnormales o locos, es muy extensa. Siempre se ha dicho que constituyen “caramelos” para los actores, porque les dan premios seguros. A mí también me gusta ver cómo se recrea la subnormalidad en la pantalla, seguramente porque tengo experiencia familiar directa en el asunto. Aquí daré cuenta sólo de un puñado de esos filmes, los que versan sobre tarados algo especiales. Para una visión extensa y complementaria, nada mejor que leer el repaso que da Luis Antonio Alarcón en su texto sobre La locura en el cine.
En 1969, Francis Ford Coppola dirigió Llueve sobre mi corazón, en la que James Caaninterpreta a un muchacho expulsado de la universidad por haberse quedado atontado para siempre tras recibir un golpetazo en un partido de fútbol americano. La protagonista (Shirley Knight), que se ha ido de su domicilio conyugal para encontrarse a sí misma, se topa con el tarado. Y no se le hace muy fácil librarse de él, porque es un tipo que se hace querer.
En La última película (1971), Peter Bogdanovich retrata la vida de un pueblo deprimente. Uno de los personajes secundarios es Billy (Sam Bottoms), un chaval retrasado mental, protegido del protagonista. La inclusión de este joven inocente acentúa la angustia vital que transmite el filme.
Peter Sellers interpretó a un jardinero sin un gramo de cerebro que está a punto de llegar a ser presidente de su país. Se trata de la impagable Bienvenido, Mr. Chance (Hal Ashby, 1979). A lo largo de la ingeniosa trama, podemos ver cómo el protagonista asciende socialmente gracias a los equívocos que provoca su falta de entendederas. Un tarado con suerte.
Rain Man (Barry Levinson, 1988), narra cómo un vividor (Tom Cruise) se hace cargo de su hermano mayor (Dustin Hoffman), que padece un retraso mental combinado con autismo. La factura del filme es mediocre, pero la actuación de Hoffman y la transmisión de sus circunstanias, magnífica.
Robert de Niro bordó el papel de enfermo de encefalitis letárgica al que revive su doctor Oliver Sacks (Robin Williams) en Despertares (Penny Marshall, 1990). Aunque no se trata específicamente de un tarado mental, la inadaptación con la sociedad al readaptarse tras 30 años de letargo, le hace experimentar situaciones similares a las de los disminuidos psíquicos.
La película más famosa de las últimas décadas basada en la vida de un idiota es Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). El personaje principal, interpretado por Tom Hanks, deambula por la historia de los Estados Unidos paseando su bajo cociente intelectual y haciendo las delicias de los espectadores despreocupados.
Ron Howard dirigió a Russell Crowe en Una mente maravillosa (2001), donde se narra la biografía del premio Nobel John Forbes Nash, un genio que padece de esquizofrenia paranoide. Lucimiento total para el actor y la sensación final de que está mejor conseguida la trama paralela que la principal.
En Una relación peligrosa (Martin Brest, 2002) una pareja de delincuentes secuestra a un joven retrasado mental, interpretado con maestría por Justin Bartha. Filme irrelevante, con algún diálogo interesante y la presencia durante unos minutos de Al Pacino.
Y llegamos a la inmersión total en la filmografía de Ridley Scott. Recordemos que su película de 2003 sería la última de la lista anterior.
Los duelistas (1977) **
Enfrentamiento interpretativo entre Harvey Keitel y Keith Carradine, ambientado en la época napoleónica. Ejercicio de estilo sin mayores valores. Dos oficiales se baten en duelo en distintos momentos de su vida.
Alien, el octavo pasajero (1979)****
Terror psicológico: una nave espacial alberga la presencia de un ser extraterrestre. Logrado ambiente claustrofóbico e inicio de una saga que todavía no ha terminado.
Blade Runner (1982)****
Harrison Ford y sus aventuras en un futuro desolador marcaron la pauta del cine de ciencia ficción.
Legend (1985)*
Enorme fiasco sobre seres de fantasía cuyo bosque endogámico alberga un ente demoníaco y unos unicornios. Con Tom Cruise.
La sombra del testigo (1987)**
Melodrama de policías con un desarrollo plano y aburrido. Un agente ha de custodiar a una testigo atractiva.
Black Rain (1989)**
Michael Douglas salta de aquí para allá en Tokio para perseguir a una banda de mafiosos falsificadores de dinero. Cargante.
Thelma y Louise (1991)***
Entretenido y liberador filme sobre dos mujeres que se escapan en un coche, interpretadas por Geena Davis y Susan Sarandon.
1492: La conquista del paraíso (1992)***
Gérard Depardieu es Cristóbal Colón en este filme conmemorativo de los 500 años del descubrimiento de América. Impecable.
Tormenta blanca (1996)**
Un capitán de barco (Jeff Bridges) lleva a unos jovencitos a hacer su particular entrenamiento para ser adultos. Innombrable.
La teniente O’Neil (1997)***
Una senadora supuestamente feminista embarca a una mujer en el entrenamiento militar más duro del mundo. Demi Moore borda el papel de teniente y todo se queda en un entretenimiento más o menos militarista.
Gladiator (2000)****
Espectáculo puro. Caída y auge de un gladiador romano (Russell Crowe) en una ambientación perfecta y con una fuerza arrolladora.
Hannibal (2001)**
La peor de las cuatro películas de la saga del caníbal Hannibal Lecter. El refinado Anthony Hopkins pasea su elegancia asesina por Florencia.
Black Hawk derribado (2002)****
Que Ridley Scott sea un mercenario también tiene sus ventajas. Las dos horas largas de esta película presentan una intervención desastrosa en Somalia del ejército de los USA. Prácticamente no hay trama. Sólo guerra. La interpretación, para el espectador, si quiere hacerla.
Los impostores (2003)***
Comedia de enredo sobre un timador con una enfermedad obsesivo compulsiva (Nicolas Cage). La entrada en su vida de su hija de 14 años le hará bien. Simpática.
El reino de los cielos (2005)****
El espectáculo de las Cruzadas. Imprescindible ver la versión extendida. Scott se luce en las superproducciones.
Un buen año (2006)***
Russell Crowe es un agente de bolsa sin escrúpulos que hereda una hacienda vinícola en Francia. La alegría está en el campo, claro. Divertida y hasta entrañable por momentos.
American Gangster (2007)****
Denzel Washington y Russell Crowe protagonizan esta obra maestra de policía honrado contra mafioso negro. Todos los ingredientes del cine de gángsters están perfectamente integrados en este atractivo producto.
Red de mentiras (2008)***
La cosa va de espionaje de la CIA. El jefe es Russell Crowe y el agente especial, Leonardo Di Caprio (grandes actuaciones de ambos). Como en el caso del resto de la lista, la ambientación es perfecta, sumándose aquí la maestría en mantener el interés hasta el final.
Robin Hood (2010)**
Nueva entrega del Ridley Scott de espectáculo puro, con magníficos actores y ambientación perfecta. Lástima que eso sea lo único que ofrece.
Prometheus (2012)***
Aunque se sitúa en el universo de Alien, no tiene nada que ver. Impecable y entretenida superproducción sobre el origen extraterrestre de la humanidad, dirigida al consumidor sin pretensiones. Ni arte ni ensayo.
El consejero (2013)*
Sobre el poder de decisión acerca de si hacer el mal y sus consecuencias. Elenco de famosos para un fiasco extremo. Aburrida, vacía, ridícula.
Exodus: Dioses y reyes (2014)**
Relata el Éxodo, segundo libro de la Biblia, protagonizado por Moisés. Una superproducción muy sosa, que no transmite nada.

Marte (2015)*
Un astronauta se queda solo en Marte. Anodina.
Y con esto terminamos este repaso inopinado y de doble vertiente. Conclusiones: el cine sobre tarados nos retrata a todos; y Ridley Scott es el representante más significativo de que la ética puede ser devorada sin ningún problema por la estética, y su primo hermano el dinero, dando como resultado entretenimiento de primera calidad, que no es poco para olvidar por un rato nuestras propias taras.

El teatro Fleta de Zaragoza: del desastre a la panacea

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Publicado el 15 agosto, 2009 por Antonio Tausiet



El periódico zaragozano Heraldo de Aragón publica hoy una noticia (heredera de otra de marzo de 2009) acerca de la puesta en valor del antiguo teatro Fleta de Zaragoza. Como recuerda el texto del artículo, “el inmueble cerró en 1998 y las obras están paradas desde 2003”.
El anteproyecto incluye la utilización de ese espacio como sede de las artes escénicas y audiovisuales aragonesas, en una colaboración inédita entre el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón. Se prevé que las obras se reanuden en 2011, así que hasta dentro de al menos cinco años no parece que se vaya a proceder  a la reapertura.
Aprovechando que se contará con un lugar adecuado, el Gobierno de Aragón anuncia que allí será donde se desarrollen las actividades del Centro Dramático de Aragón, de la Filmoteca de Zaragoza , de la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión y de Aragón Audiovisual. También allí se impartirán clases de Formación Profesional en tecnologías digitales. Y además se gestionará el fomento a la producción audiovisual, y albergará festivales de cine, tanto los ya existentes en la ciudad como alguno de nueva creación, como el de Cine Digital. También desde el Fleta se generará producción propia, contando con equipos y platós. Y por fin, uno de sus espacios se dedicará a albergar un archivo audiovisual aragonés.
Es decir, gracias a la reconstrucción del hoy derruido teatro, todas las carencias del mundo de las artes escénicas y audiovisuales de Aragón, serán cubiertas. Mientras esperamos el milagro, recordemos algunos aspectos de la situación actual al respecto, repasando la historia reciente.
En el año 2002 fue creado el Centro Dramático de Aragón, que funciona razonablemente desde entonces, poniendo en escena obras de calidad y ofreciendo cursos en la Escuela Municipal de Teatro. La situación del audiovisual parece algo distinta.
En la entrevista a dos bandas que se nos realizó en 2008 a Luis Antonio Alarcón y a mí sobre la política audiovisual en la ciudad, se recordaba que ya en 2003 se anunció la inminente creación del “Instituto Aragonés del Audiovisual”, entidad que no ha visto la luz seis años después. La única iniciativa en este sentido es el convenio de colaboración en 2008 entre el Instituto Aragonés de Empleo y la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión para crear el programa de formación Aragón Audiovisual.
Por otro lado, en 2004 se anunciaron contactos con grandes productoras cinematográficas internacionales para que se instalasen en la Plataforma Logística PLAZA. Éstos no llegaron a buen término. El programa municipal del PSOE que llevó a la alcaldía a Juan Alberto Belloch en 2003 incluía la transformación del recinto de la Expo 2008 en una “Ciudad del Cine”, tras la celebración de la muestra. Sin noticias al respecto.
Las ayudas a la producción se limitan a un anecdótico reparto anual de subvenciones. No parece lógico que haya que esperar a la reconstrucción de un edificio para tomar la decisión política de fomentar realmente la producción aragonesa.
La Filmoteca Municipal de Zaragoza, fundada en 1981, consta de dos departamentos: exhibición y archivo. El primero sobrevive ofreciendo ciclos importados de otras filmotecas; y el segundo agoniza albergando fondos sin catalogar. Su gestión debería depender del gobierno autonómico, dotándola de gestores ágiles y transformándola en Filmoteca de Aragón, como vengo defendiendo desde hace años.
Respecto a la creación de un nuevo festival de cine en la ciudad dedicado al cine digital, algunos gestores culturales ya están alertando de que para cuando llegase a ponerse en marcha, habría perdido su carácter novedoso, puesto que ya hay proyectos aprobados en otros lugares del país.
Recordemos también que el proyectado archivo audiovisual aragonés habrá de albergar los fondos de la Filmoteca… y los del Centro de la Imagen del Gobierno de Aragón, una vergonzosa y abandonada colección que inventarié en 2003.
Resumiendo: el nuevo edificio albergará todas las iniciativas reseñadas, pasando del desastre de su derribo a la panacea del audiovisual aragonés. Una realidad que veremos plasmada en unos años, y que será orgullosa ventana al exterior de nuestra condición de “tierra de cine”, activo foco cultural para nuestra ciudadanía, manantial de empleo creativo, y sólida base para cimentar las nuevas vanguardias del siglo XXI.
(La fotografía está tomada de http://saldana.blogia.com)

Werner Herzog

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Publicado el 18 noviembre, 2009 por Antonio Tausiet


Planos a veces interminables, personajes estrambóticos, siempre al límite de lo convencional, todo aderezado con toques de absurdo aquí y allá. ¿Qué más se puede pedir? Pues sí, hay más. Hay una cosmovisión desde la perplejidad, hay crítica social, hay reivindicación de la locura, hay una apuesta autobiográfica por individuos de personalidad arrolladora. Hagamos un repaso exhaustivo por sus 18 filmes de ficción; dejaremos para otro momento sus documentales, aunque las fronteras entre uno y otro género son muy permeables en la obra del cineasta alemán Werner Herzog.
1968 Signos de vida
****
Primer largometraje, sobre un soldado alemán destinado a una fortaleza en una isla griega, que acaba luchando solo contra el mundo. Magnífica.
1970 También los enanos empezaron pequeños
****
Los enanos de un centro de internamiento se rebelan contra la dirección e inician un proceso de degradación. Muy divertida y terrible.
1971 Fata Morgana
***
Puesta a prueba de la paciencia del espectador: reflexión minimalista sobre el paisaje, el ser humano, la belleza y el mito. No faltan algunos tarados.
1972 Aguirre, la cólera de Dios
***
Un conquistador español (Klaus Kinski) hace su propia travesía fluvial hacia la locura absoluta, en compañía de su hija (Nastassja Kinski con 13 años, no acreditada).
1974 El enigma de Kaspar Hauser
*****
Delicioso estudio alrededor del célebre hombre alemán sin pasado que es acogido en una comunidad rural. Humorística y antropológica.
1976 Corazón de cristal
***
Un profeta anticipa las calamidades de una ciudad que vive de su fábrica de objetos de cristal, cuyo dueño acaba de morir llevándose a la tumba la fórmula del codiciado cristal de rubí.
1977 Stroszek
****
El mismo actor que tres años antes dio vida a Kaspar Hauser, repite de protagonista: un ex presidiario acordeonista alemán que huye con su novia y su vecino a los EE.UU.
1979 Nosferatu, el vampiro de la noche
***
Versión del clásico mudo. Kinski, perfecto en su segundo papel para Herzog. Le secunda la bella Isabelle Adjani.
1979 Woyceck
****
Adaptación del clásico de la literatura alemana. Un soldado raso (Herzog), enloquecido por su superior, su médico y su amante.
1982 Fitzcarraldo
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Epopeya sobre un soñador (Herzog, de nuevo en el Amazonas tras Aguirre) que compra un barco para llevar adelante sus ilusiones. Bella superproducción.
1984 Donde sueñan las verdes hormigas
****
Metáfora del progreso destructivo del patrimonio cultural. Aborígenes australianos contra empresa minera. Entrañable película.
1987 Cobra Verde
***
Quinto y último capítulo de la serie de locos encarnados por Kinski para Herzog. Un bandolero brasileño acaba siendo tratante de esclavos en África. Mantiene la calidad y los detalles exquisitos, como la comunión de la cabra.
1991 Grito de piedra
**
Pugna entre un montañero maduro y uno joven por escalar un pico argentino. Al menos, sale también un loco.
2001 Invencible
***
Relata el encuentro real entre un forzudo judío polaco y un ocultista nazi (Tim Roth).  Muy interesante, aunque algo irregular.
2006 Rescate al amanecer
***
Un piloto estadounidense (magnífico Christian Bale) es capturado en la guerra de Vietnam. De nuevo, jungla y personaje al borde del abismo.
2009 Teniente corrupto
***
Buena actuación de Nicolas Cage en un thriller que no es un remake del filme de Abel Ferrara de 1992. Atractiva, con leves toques personales del director.
2009 My Son, My Son, What Have Ye Done?
**
Interesante y floja a la vez. Un joven pirado se atrinchera en su casa tras cometer un crimen. Producida por David Lynch.
2015 Queen of the Desert
De visionado pendiente
En 1999, Werner Herzog dirigió Enemigo íntimo, un interesante documental, con él de protagonista, relatando su relación con Klaus Kinski e ilustrado con imágenes de sus conflictivos encuentros profesionales y personales, de visión recomendada tras paladear sus cinco colaboraciones.

Terry Gilliam

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Publicado el 9 diciembre, 2009 por Antonio Tausiet


El componente más activo e interesante de la extinta banda humorística Monty Python debutó en la dirección compartiendo labor con su compañero de grupo, Terry Jones, en Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (1975).  Su primer proyecto personal, que escribió y dirigió en solitario, fue La bestia del reino (1977). La segunda de las tres películas de Monty Python, La vida de Brian (1979), no está firmada por Gilliam, pero éste sí aparece como coguionista, actor y diseñador de producción. Su siguiente film como director fue Los héroes del tiempo (1981). Participó realizando el fragmento de prólogo de El sentido de la vida (1983), tercer y último filme de Monty Phyton, cuyo metraje restante firmó Terry Jones.
Existen otros dos largometrajes con Monty Python como protagonistas: Se armó la gorda (1971), recopilación de sketches aparecidos en su serie de televisión, y Monty Python en Hollywood (1982), grabación de uno de sus espectáculos en directo. A estos dos se une el espectáculo de reunificación y despedida definitiva del grupo –Monty Python Live (Mostly)-, emitido en directo para cines de todo el mundo en 2014.
A partir de Brazil (1985), Terry Gilliam ha desarrollado una carrera desvinculada del grupo humorístico británico (del cual fue el único miembro estadounidense), con apuestas siempre teñidas de su particular cosmovisión, mezcla de humor extravagante, presentación de imaginativos mundos alternativos y derroche de estéticas tan recargadas como atrayentes. Todo un lujo para el mundo del cine, que no anda sobrado de genios como él. Veamos una a una sus películas.
1975 Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores
****
Adornada con los dibujos animados de Terry Gilliam, la primera de las tres películas de los Monty Python es una parodia de humor absurdo de la búsqueda del Grial por parte del rey Arturo (Graham Chapman).
1977 La bestia del reino
*
Primer proyecto en solitario de Gilliam. Un modesto joven de pueblo llegado a la ciudad (Michael Palin) logra librar a un reino medieval del acoso de un monstruo sanguinario. Buena ambientación y leve toque crítico, pero terriblemente mala.
1979 La vida de Brian
*****
Dirigida por Terry Jones, segundo proyecto cinematográfico conjunto de Monty Python. Brian (Graham Chapman) vive, a su pesar, las mismas experiencias que Jesucristo. Parodia del evangelio y crítica feroz de la desintegración de las disidencias.
1981 Los héroes del tiempo
***
Gilliam va perfeccionando su estilo con esta película irregular pero llena de hallazgos, en la que un grupo de enanos bandoleros roban a Dios el mapa del Universo y recorren distintos momentos históricos acompañados de un niño.
1983 El sentido de la vida
*****
Genialidad insuperable, última película de Monty Python. Encadena con gracia varios capítulos independientes, adornados con canciones humorísticas. Iguala en crítica inteligente a cualquier otra obra maestra del humor irreverente.
1985 Brazil
*****
Cóctel exquisito compuesto de las delirantes maneras de Gilliam para reivindicar la fantasía contra la sociedad opresora, la herencia literaria de Kafka y Orwell y el humor absurdo. Un funcionario apocado (Jonathan Pryce) contra la burocracia estatal: gana la burocracia.
1988 Las aventuras del barón Munchausen
****
Bajo un cascarón de film infantil, entrañable película de aventuras, imaginación y humor. Un viejo aristócrata recluta a sus antiguos criados para salvar a Viena del asedio turco.
1991 El rey pescador
*****
Sólido drama sentimental de guión ajeno sobre la redención de un cínico (Jeff Bridges) y su encuentro con un vagabundo loco (Robin Williams) que busca el Grial. La novia del cínico (Mercedes Ruehl) completa un trío de actuaciones genial.
1995 Doce monos
***
Un preso del futuro (Bruce Willis) es enviado al presente para intentar evitar una pandemia provocada. O quizás todo es fruto de la mente enferma de un paranoico. Entretenida.
1998 Miedo y asco en Las Vegas
****
Un periodista (Johnny Depp) y su abogado (Benicio del Toro) viajan a la decadente Las Vegas con la excusa de un reportaje. El consumo de todo tipo de drogas transforma la trama en una sucesión de escenas delirantes. Fielmente basada en la novela homónima.
2002 Lost in La Mancha****
Brillante y deprimente documental que muestra en directo la acumulación de desastres alrededor del intento de rodaje en 2000 de “El hombre que mató a Don Quijote”. Incluido en esta lista por su relevancia, no está dirigido por Gilliam.
2005 El secreto de los hermanos Grimm
**
Irregular y algo aburrido guión ajeno que fabula una trepidante y fantasiosa vida de los famosos recopiladores de cuentos alemanes. Actores famosos, buena ambientación.
2005 Tideland
***
Desagradable y atractiva fantasía infantil de terror. Una niña que vive en un entorno hostil acomoda la realidad a su conveniencia. Poesía bizarra construida juntando personajes al límite.
2009 El imaginario del Doctor Parnassus
*****
Un anciano recorre el Londres actual con su carromato de circo ambulante. Fenomenal versión de Fausto, con todas las mejores características del cine de Gilliam, incluido el exceso. No tiene desperdicio, de principio a fin. Magníficos personajes principales, sin excepción.
2014 The Zero Theorem
****
Una nueva visión amarga sobre el futuro (presente), como Brazil, con guion ajeno pero con el sello genuino del director. Magnífico Christoph Waltz como el abrumado protagonista antisocial. Repleta de detalles humorísticos geniales, no le gusta a casi nadie.
2016 El hombre que mató a Don Quijote
En fase de eterna preproducción, con Robert Duvall de protagonista, Gilliam retoma ¿definitivamente? su proyecto abortado en 2000. Un publicista que viaja en el tiempo es confundido con Sancho por Don Quijote.

De Ocho y medio a Nueve

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Publicado el 4 febrero, 2010 por Antonio Tausiet


En 1963, Federico Fellini dirigió Fellini ocho y medio, un filme experimental y autobiográfico sobre la ausencia de inspiración creativa y la relación del hombre con las mujeres. Casi medio siglo después, Rob Marshall ha estrenado su musical Nine (2009), con el mismo argumento y partes de diálogo idénticas. Repasemos algunas películas relacionadas producidas entre una y otra, en un pequeño viaje cuyo indiscutible maestro de ceremonias es Fellini, el auténtico factótum inicial de esta especie de saga.
La matriz de todas las secuelas
Marcello Mastroianni es el famoso cineasta en decadencia Guido Anselmi, que se retira a un hotel balneario para huir de sí mismo, consiguiendo el efecto contrario: allí se reúne con él todo el equipo de la película que está preparando, además de las mujeres de su vida, tanto presencialmente como en forma de recuerdos oníricos. Desfilan su amante, su esposa, diferentes affaires, su madre y su musa. Con una recordada banda sonora de Nino Rota, Fellini ocho y medio (1963) consigue hacer pensar, divertir y emocionar. Ganó el Óscar a mejor película en habla no inglesa.
Primeras derivaciones (años setenta)
Entre las películas inmediatamente posteriores que se citan como herederas de Fellini ocho y medio, figura Acosado (1965), de Arthur Penn, protagonizada por Warren Beatty  en el papel de un moroso que se refugia con otra identidad en una nueva ciudad para huir de sus deudas de juego. Asimismo, en El fabuloso mundo de Alex (1970), de Paul Mazursky, Donald Sutherland es un cineasta ocioso en busca de inspiración. El propio Fellini aparece interpretándose a sí mismo.
Atención a esa prostituta tan querida (1971) es un film de Rainer Wender Fassbinder en el que un director de cine espera a su equipo en un hotel español para realizar un filme contra el Estado. François Truffaut dirigió y protagonizó la merecidamente oscarizada La noche americana (1973, con Jacqueline Bisset), la historia de un rodaje en la que se observan algunas referencias de Fellini ocho y medio, aunque el director no está en crisis, ni asistimos a su vida sentimental; eso sí: tiene recurrentes sueños sobre su infancia.
En 1979, Bob Fosse dirigió el musical Empieza el espectáculo, mezclando su propia biografía con claras influencias de los dos temas principales de Fellini ocho y medio. No en vano, Fosse ya había estrenado en 1969 Noches de la ciudad, trasladando al cine su propia adaptación musical para teatros del film de Fellini Las noches de Cabiria (1957).Empieza el espectáculo añade nuevos elementos a la historia del mujeriego -y gran fumador- director de cine sentimental (Roy Schneider): ahora también tiene una hija de 13 años, y la musa que le responde a sus monólogos (Jessica Lange) es además el personaje que nos acompaña al desenlace trágico.
Al genial Woody Allen tampoco le pasó desapercibida la gran obra fundadora de esta curiosa serie: la aprovechó para interpretarse a sí mismo en su propia versión de la historia de un cineasta en crisis, en Recuerdos (1980, con Charlotte Rampling), que no desmerece en absoluto de su inspiradora. Allen también tuvo presente Los viajes de Sullivan (1941), comedia de Preston Sturges sobre un director de cine cómico que quiere filmar una película de corte social.
Más y más variaciones
En Sueños dorados (1981), Nanni Moretti dirige e interpreta a un exitoso director de cine italiano amargado, que tiene su propio sueño con una musa inalcanzable. En la película soviética onírica Parad planet (Vadim Abdrashitov, 1984), un grupo de militares visita un poblado de mujeres hermosas como las que evoca Felini en su filme. Y en la argentina La película del Rey (1986) Carlos Sorín cuenta la historia de un director en proceso de rodar un filme, que a medida que avanza adquiere más tintes fellinianos.
La excelente comedia negra de los hermanos Coen Barton Fink (1991, con John Turturro), y el experimento de Spike Jonze El ladrón de orquídeas (2002, con Nicolas Cage), tratan del bloqueo creativo de sendos guionistas de cine. La primera (Palma de Oro en Cannes) bebe más de Polanski que de Fellini. Y la segunda (Oso de Oro en Berlín) plasma un personal guión de Charlie Kaufman, cuyo espíritu está muy alejado del deOcho y medio.
En 1995, Tom DiCillo dirigió Vivir rodando, con Steve Buscemi como el director de un rodaje accidentado. Simpática comedia menor en la que se intercalan sueños de los protagonistas, pero sin influencia directa de Fellini.
Peter Greenaway homenajeó las fantasías eróticas de Federico Fellini en su espléndida comedia bizarra 8 mujeres ½ (1999), en la que un padre viudo (John Standing) y su hijo se montan un pequeño harén que se acaba desintegrando.
El pedante director y humorista japonés Takeshi Kitano hizo su propio Ocho y medio enTakeshis’ (2005), donde se autoparodia con estética alucinatoria. Y las partes interpretadas por Cate Blanchett en blanco y negro de la magnífica biografía de Bob DylanI’m Not There (Todd Haynes, 2007) beben directamente de la arrogante huida de la fama de Mastroianni en el film de Fellini.
Fin (musical) del bucle
Bob Fosse, director de Empieza el espectáculo (1979), había estrenado en los teatros de Broadway en 1975 su musical Chicago. Rob Marshall, coreógrafo como Fosse, lo adaptó al cine en su Chicago (2002), obteniendo un gran éxito. En 1982, Raúl Juliá protagonizó en las tablas el musical Nine, basado en Fellini ocho y medio y con el visto bueno del director italiano. Al protagonista se le dejó el nombre original -Guido- pero se le cambió el apellido por Contini. Fue reestrenado en Broadway en 2003 con Antonio Banderas como Guido.
Y llegamos a 2009, año del estreno de Nine, traslación al cine por parte de Rob Marshall del musical de 1982. Daniel Day-Lewis es quien da vida al cineasta protagonista. La recepción ha sido algo tibia, en comparación con el éxito absoluto de Chicago. Si bien es cierto que el encaje entre los números musicales y la trama está poco logrado, que la carga crítica e intelectual de Fellini ha desaparecido, que se han eliminado las referencias políticamente incorrectas y que falta una apoteosis final acorde con el tono general, sin embargo la película consigue transmitir toda la carga emocional de su predecesora de 1963. Day-Lewis construye un Guido Contini torturado, muy humano y tremendamente atractivo, que acaba redimiéndose aceptando al niño que, como buen donjuán, conserva dentro, y que es el que le proporciona su genio creativo.
La fuerza arrolladora de Fellini ocho y medio ha conseguido mantenerse viva a través de la peculiar historia de sus adaptaciones y secuelas, logrando que Daniel Day-Lewis/Marcello Mastroianni/Guido/Federico Fellini y Marion Cotillard/Anouk Aimée/Luisa/Giulietta Masina, la pareja protagonista, hagan de Nine una película todavía muy recomendable.
Apreciaciones personales: cine para mayores
Esta saga es en mi caso personal una alegoría meridiana sobre alguna de mis constantes vitales: la búsqueda eterna de la inocencia, la presencia abrumadora de las mujeres en mi vida y la reflexión perenne sobre la creación artística y los condicionantes psicológicos y sentimentales de los altibajos de la inspiración. Todas ellas cosmovisiones masculinas y autorreflexiones cinematográficas que considero que sólo se pueden degustar emocionalmente al completo desde la madurez adulta: tras décadas de experiencias, sufrimiento y alegrías.
En este sentido, precisamente, llega en 2016 el estreno en España de La juventud (2015), una magnífica película de Paolo Sorrentino sobre la vejez, inspirada, cómo no, en Fellini ocho y medio.

Los veinte sueños de Buñuel

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De la Wikipedia:
“Soñar es un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de informaciones almacenadas en la memoria, generalmente relacionadas con experiencias vividas por el soñante.”
La imagen más famosa del cine de Buñuel, el ojo atravesado por una navaja de afeitar, procede de un sueño del propio cineasta. Esta escena estaba presente ya en algunos poemas anteriores -de Benjamin Péret, de García Lorca-. Pepín Bello afirmaba que la idea era suya; y Salvador Dalí, coautor del guión, utilizó esa iconografía recurrentemente. Se interpreta como la pretensión surrealista de cegar la mirada convencional para hallar la auténtica, que se encuentra en el interior.
Al final de las “Conversaciones con Buñuel” (Max Aub, 1984), el director aragonés saca un papel del bolsillo, anunciando:
“Los veinte sueños están aquí. Están muy esquemáticos, los he escrito para mí, para acordarme. Sueños repetidos de cinco a docenas de veces, en los últimos quince o veinte años (1950-1970). Casi todos los sueños son de angustia.”
Luego, Buñuel va comentando sucintamente cada uno de esos sueños recurrentes, todos los cuales suceden en primera persona y protagonizados por él.
He aquí los veinte sueños, acompañados de un pequeño párrafo explicativo, procedente de las declaraciones de Buñuel.
Sueño uno: Tren
Viajero con maletas que pierde el tren. Variación: sube, deja las maletas, baja a pasear y el tren se va con las maletas.
Sueño dos: Precipicios
Montaña o edificio alto. Al borde del precipicio. Hace veinte años saltaba, consciente de que era un sueño. Ahora no se atreve. Un precipicio montañoso es subido por el autobús protagonista de “Subida al cielo” (1951).
Sueño tres: Padres vivos
Consciente de que su padre y su madre están muertos, tiene que disimular ante ellos su compasión. Aparece en “El discreto encanto de la burguesía” (1972).
Sueño cuatro: Actor sin memoria
No saberse el papel en una representación teatral. Quedar mal.
Sueño cinco: Fornicación
Casi siempre dificultada. Observan vecinos desde la ventana o alguien entra, o no encuentra el sexo, o el sexo está obturado. Esto último sucede en “Ese oscuro objeto del deseo” (1977).
Sueño seis: Sin trabajo
Desesperación. Búsqueda de trabajo para hacer una película. Imposible.
Sueño siete: Sin dinero
No tiene dinero ni se atreve a pedírselo a su madre, pues ya le ha dado mucho.
Sueño ocho: Espectros
En la casa de la infancia. Siente miedo. Se encierra y grita a los muertos: “Canallas, hijos de puta, venga, aparezcan ya de una vez”.
Sueño nueve: Aguas tibias
Laguna en la selva. Nada en aguas inmóviles. Árboles, tierra, líquido amniótico, la madre. Da gusto pero también miedo.
Sueño diez: Arañas
Se acuesta. Empiezan a salir patas de araña. Insoportable.
Sueño once: Fieras
Toro o tigre, persecución, huida.
Sueño doce: Cómplice de asesinato
Después de unos años de haber participado en un asesinato, la policía detiene a uno de los participantes. Pánico de ser descubierto.
Sueño trece: La Virgen María
El único inefable, religioso. Se aparece la Virgen, Mater Purísima, con manto azul y blanco. Emoción dulcísima. Comprensión de misterios religiosos. Único sueño positivo. La imagen de la Virgen se presenta así en “La Vïa Láctea” (1969).
Sueño catorce: Todos muertos
Encuentros con amigos muertos hace años, hasta que se percata de que él también lo está. Aparece en “El discreto encanto de la burguesía” (1972).
Sueño quince: Perro
Su querido perro Tipi (ya fallecido) le ladra como pidiéndole algo. Premonición de su propia muerte.
Sueño dieciséis: Defecación pública
En plena calle, desnudo, defecando, vergüenza. Una variación del tema se presenta en “El discreto encanto de la burguesía” (1972).
Sueño diecisiete: Tormenta
Tempestad, lluvia, rayos, búsqueda de refugio en habitación con cristales. Pánico. Aparece en “Susana” (1950).
Sueño dieciocho: Levitación
Hace levitar objetos o personas imponiendo las manos. A veces falla.
Sueño diecinueve: Falso bachillerato
Engaña a sus padres. No ha terminado el bachillerato. Decide encararse a su madre: “No me hace falta carrera a mí, ya tengo manera de vivir”.
Sueño veinte: Autofellatio
Posibilidad de succionar su propio miembro. No produce placer sexual, pero sí sensación de suerte.
Al final de la narración, el entrevistador añade:
“Sí, en verdad está todo: la religión, el erotismo, la muerte…”.

Impresiones de la Alta Mongolia

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Publicado el 4 mayo, 2010 por Antonio Tausiet


El pintor Salvador Dalí ideó en 1974 y estrenó en 1975 la película experimental Impressions de la Haute Mongolie. Hommage a Raymond Roussel. Fue producida por la televisión pública de Alemania Occidental y realizada por José Montes-Baquer.
El homenajeado Raymond Roussel (1877-1933) fue un escritor francés predecesor del surrealismo, que gustaba de los juegos de palabras y las referencias narrativas surgidas de éstos. Uno de sus libros, Impresiones de África (1910), inspiró a Dalí el título de esta película.
El núcleo del filme es la descripción de los paisajes y acontecimientos históricos de la Alta Mongolia por parte de Dalí, mientras vemos las imágenes a las que alude.
Como introducción podemos observar al pintor en su casa de Portlligat y en su museo de Figueras, mostrándonos algunos de sus ingenios. Y al final asistimos al happening que orquestó en Granollers, consistente en la creación de un gran cuadro mediante chorros de mangueras de pinturas de colores mientras una multitud enseñorea pancartas que rezan: “Alta Mongolia” y “Bolígrafo”.
Pero detengámonos en la parte central: “Para recompensar a Gala por su amor y su paciencia, he decidido enviar un equipo de exploradores que vaya a ese país que tanto hemos deseado, la Alta Mongolia, a buscar ese champiñón blanquísimo y alucinógeno, que posee todas las virtudes geológicas”.
Enviada la expedición a un lago y sus islas en la Alta Mongolia Occidental, lugar localizado en los mapas que aparecen en los cuadros de Vermeer, sabemos que allí habitó una antigua civilización cuya princesa y súbditos se alimentaban del polvo blanco alucinógeno de unos champiñones gigantescos. Dalí nos muestra la momia de la princesa mongola, recubierta de “seis mil pequeñas placas de jade”, cada una de las cuales lleva grabadas filigranas que revelan el secreto de su dinastía.
Unas vistas aéreas del lugar presentan tanto los champiñones como los lugares donde se desarrolla la historia, trufada de catástrofes y batallas, que dan paso a un tranquilo paisaje crepuscular del lago.
Por fin, Dalí revela lo que realmente hemos estado viendo durante 30 minutos (el “documental” dura una hora): las formas caprichosas que la corrosión ha creado en la pequeña parte central metálica de un bolígrafo de plástico blanco. Según nos explica, tras orinar con su “pequeño sexo” sobre el bolígrafo, han aparecido, producidas por el ácido úrico, todas las imágenes alucinógenas que nos ha impuesto en el cerebro, micrograbadas por su equipo en un castillo alemán “porque se ha de saber que Dalí es un agente provocador”.

Una versión levemente distinta del hecho mingitorio aparece en una entrevista concedida a Baltasar Porcel para el epílogo del libro “Dalí” (1977) de Ramón Gómez de la Serna:
Impresiones de la Alta Mongolia es una película mía que han hecho unos alemanes, que vinieron a mi hotel de Nueva York, el St. Regis-Sheraton, para filmar algo mío. Y yo siempre estoy en ebullición. Entonces, estaba viviendo una experiencia extraordinaria. Había ido a mear al váter del hotel, y allí me encontré con una pluma estilográfica, blanca y de metal, que llevaría algún tiempo en el mingitorio, y había recibido muchos riegos de ácido úrico, que la habían medio corroído. Les dije a los alemanes: tienen que filmar esto, enfocar sólo la pluma, que yo iré girando lentamente, y grabar mi voz, lo que yo vaya diciendo. Se pusieron al trabajo. Ahora en pantalla se ven fabulosos paisajes lunares, extraños, bárbaros, mágicos, y se me oye describiéndolos con toda exactitud.: lagos, montañas, desfiladeros. Se ve la Alta Mongolia. Es mejor que las otras películas mías, incluso que Un chien andalou, que hice con Buñuel hace medio siglo casi”.
Aclaremos que Dalí pintó sobre la película pequeños trazos para que apareciesen figuras reconocibles, como podemos ver en los fotogramas adjuntos.
Seguramente Impresiones de la Alta Mongolia es un producto audiovisual de rango menor que Un chien andalou. Lo cual no quita que esta grandísima mascarada no tenga un alto interés. Contiene toda una cosmogonía inventada sobre pequeñas muescas, que aumentadas, se transforman en imágenes de rara belleza, y consigue mantener la atención durante la totalidad de su metraje, gracias a la abrumadora personalidad de Dalí, ese personaje híbrido entre Leonardo Da Vinci y Chiquito de la Calzada.
Enlace sobre la película. Incluye su visionado en el francés original, subtitulado al inglés y al catalán:

El cine de Federico Fellini: “Se non è vero, è ben trovato”

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A menudo se piensa en el cine de Federico Fellini (Rímini, 1920-Roma, 1993) como un pastiche de música circense, exageraciones, referencias sexuales, mujeres orondas y argumentos interminables. Pareciera que en realidad no era más que un pesado pomposo y dado al exceso, sin ningún valor artístico.
Sospecho que el reconocimiento de este director no se produjo simplemente porque llamaba la atención con sus exotismos: grandes genios del cine le rinden tributo en cuanto tienen ocasión, y la Academia de Cine estadounidense concedió el Óscar a mejor película extranjera a cuatro de sus filmes, además de otorgarle otro por toda su carrera, en 1993.
A raíz de una revisión reciente de su extraordinario film Ocho y medio (1963), motivado por el estreno de Nine (2009) y el subsiguiente visionado de algunas películas influidas por la obra maestra de Fellini, decidí hacer un repaso íntegro a la propia filmografía de este autor. He aquí el resultado.

Inicios como director
En un momento histórico para el cine europeo, pero sobre todo el italiano, en el que la tendencia predominante era el neorrealismo (preocupación social teñida de sentimentalismo), Fellini dirigió sus films iniciales (1950-1957). Su primera película (al alimón con Alberto Lattuada), Luces de variedades (1950), trata de las penurias de una compañía de teatro popular y en ella podemos ver ya la impronta del genio, con sus personajes grotescos sacados de la realidad más oculta y su obsesión por la belleza femenina. El personaje masculino principal anticipa también al antihéroe felliniano, rodeado de problemas casi siempre fruto de su propia incompetencia, además de la ambición desmedida de la atractiva protagonista.
La segunda película, El jeque blanco (1952), dirigida ya en solitario, introduce los ambientes que rozan el sueño, en una historia sobre una joven que viaja con su marido a Roma de luna de miel y acaba en los brazos de un grasiento personaje de fotonovela al que admira desde su localidad provinciana. Gran excusa para mostrarnos la ciudad que tanto amó (ya había colaborado en el guión de Roma, ciudad abierta en 1945), así como sus burlas a las clases conservadoras. Por supuesto, con un esposo preocupado todo el metraje en buscar a su mujer y ocultar la desaparición a sus influyentes parientes. Aderezándolo todo, la banda sonora que compuso Nino Rota para él y que sería la primera de un largo rosario simbiótico.
El siguiente dardo, Los inútiles (1953), va dirigido contra un grupo destacado de su propia generación: cinco varones casi treintañeros sin trabajo ni ganas de ejercerlo, cuyo cabecilla, casado de penalti, no ceja en su empeño de seducir a cuantas mujeres se le ponen por delante. Todo sucede nada menos que en Rímini, la localidad natal del cineasta: al final de la película uno de ellos toma un tren y escapa del pueblo, dejando claro que estamos ante una recreación autobiográfica (por mucho que el argumento original no era de Fellini). No falta el personaje estrambótico: en este caso un viejo actor homosexual que visita la villa.
Tres filmes pues de un gran interés, preludio de lo que pronto iba a suceder, y claro exponente de que nos encontramos ante un artista sólido, que sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo. Pero antes de dar su primera campanada internacional, Fellini participa en un filme de seis episodios titulado Amor en la ciudad (1953), con el cortometraje Agencia matrimonial. La película, con esquema de periódico, ofrece diversas miradas a situaciones de la vida real, a modo de docudramas. Fellini se escapa del tono verista general, contándonos cómo un periodista visita una agencia matrimonial (tras una delirante búsqueda en el edificio que la alberga) e inventa que un amigo suyo es un hombre-lobo y que sólo pude curarse con el matrimonio. El encuentro con una víctima inocente hace asomar la redención del cínico.
El éxito
Y llega el reconocimiento mundial, con La strada (1954), Óscar a la mejor película extranjera. Un dramón sobre un forzudo ambulante (Anthony Quinn) que adopta a una joven algo retrasada (Giulietta Masina, esposa de Fellini, en su primer papel protagonista). Considerada una de las obras maestras del cine, refleja en un ambiente sórdido la incapacidad de mostrar el amor por parte del rudo protagonista. El título (“La carretera”) hace referencia a la vida peregrina de la pareja, que duerme en su carromato. Su espiritualidad y su patetismo llegan a hartar un poco.
Una historia sobre un timador real le lleva a escribir el guión de Almas sin conciencia(1955, de título original “La estafa”), en el que opta por la exageración dramática antes que por la ironía, aunque el resultado es muy interesante. Muestra  el vacío moral de los protagonistas, que viven de engañar a las personas más pobres. Desfilan bellas señoritas, imágenes de Roma, retratos envenenados de la sociedad, y una cierta identificación inevitable con la vida muelle de los estafadores. Reaparece el tema de la redención (apuntado también en la siguiente película), aunque no hay que perder de vista que Fellini defendía el cine como un juego vital, no como un vehículo de mensajes.
Pronto abandonará el neorrealismo para crear su propio estilo felliniano. Mientras, dirige la magnífica Las noches de Cabiria (1957), donde vuelve a contar con su esposa, Giulietta Masina, en el papel protagonista: una prostituta de Roma que acompañamos en sus vicisitudes. Geniales la recreación de una peregrinación, la actuación de un hipnotizador y, en general, todos los episodios de la vida de un personaje impecablemente escrito e interpretado. Segundo Óscar a la mejor película extranjera.
La maestría
Pasan tres años y cumplidos los cuarenta, Federico Fellini estrena su primera película netamente personal, La dolce vita (1960, Palma de Oro en Cannes). Comienzo de la colaboración con su actor fetiche por excelencia, Marcello Mastroianni, que compone un personaje principal lleno de matices. Este filme casi inabarcable sobre un vividor desencantado encierra en sus tres horas toda una epopeya, salpimentada de cabaret, alcohol, apariciones marianas, actrices exuberantes, aristócratas decadentes, desapego, paternidad, pureza, esperpento, crítica feroz, lirismo, patetismo… Roma, escenario una vez más, como siempre al son de Nino Rota, y la constatación de que sólo una persona excepcional puede haber dirigido algo tan grande. Según el propio director, el título se refiere a que la vida, pese a todo, posee dulzura; no obstante, la actitud derrotada del protagonista transmite lo contrario.
Excepcionalidad que parece esfumarse por completo en el flojo y bufo mediometraje Las tentaciones del Doctor Antonio, dentro de la película de episodios Boccaccio 70 (1962). Protagonizado por Peppino di Filippo, que ya había actuado a las órdenes de Fellini enLuces de variedades, trata de un hombre con alma de censor que sufre alucinaciones con la dama fotografiada en un cartel publicitario (Anita Ekberg). Es su primera película en color, aunque la siguiente volvió a rodarla en blanco y negro. Su casi único mérito: ayudar a dar nombre a ésta, al tratarse de la “media” después de siete largometrajes.
Y llega el film que hace el número Ocho y medio (1963, contando como “medios” la primera, codirigida, y las dos aportaciones episódicas). Su forma y su trama han inspirado innumerables películas posteriores (ver mi artículo De Ocho y medio a Nueve). Un brillante experimento autobiográfico sobre la ausencia de inspiración creativa y la relación del hombre con las mujeres. Marcello Mastroianni es el famoso cineasta Guido Anselmi, que se encuentra alojado en un balneario mientras trabaja en la preproducción de una película, rodeado de todo el equipo, además de las mujeres de su vida, tanto presencialmente como en forma de recuerdos oníricos. Desfilan su amante, su esposa, otros objetos del deseo, su madre y su musa. Con una recordada banda sonora de Nino Rota, consigue hacer pensar, divertir y emocionar. Tercer Óscar a mejor película en habla no inglesa. Obra cumbre del cine de Fellini.
La fórmula Fellini
Una vez que don Federico llegó a encontrar su fórmula intransferible, comenzó a dirigir películas en las que se imitaba a sí mismo, sumando ahora el uso del color. La primera, Giulietta de los espíritus (1965) es el reverso femenino de Ocho y medio. En este caso, la propia esposa de Fellini, sin cambiar siquiera su nombre de pila, interpreta su propio papel: el de una mujer fea cuyo marido tiene una amante. Si bien la amante real de Fellini era la actriz Sandra Milo (que borda en Ocho y medio su propio personaje), aquí encarna el de vecina exótica, no por ello menos pava. Giulietta Masina aparece atormentada por su madre y hermanas, los recuerdos de su infancia católica y la infidelidad de su esposo. Todos ellos encarnados por los espíritus del título. Comparada con Ocho y medio, tonta y vacía.
Sin embargo, parece que en su tour de force con Edgar Allan Poe, Fellini se crece: Toby Dammit, el último de los tres mediometrajes del film colectivo Historias extraordinarias(1968), basado en otras tantas narraciones del narrador decimonónico, resulta ser una estampa fiel tanto de la estrella decadente (un Terence Stamp fabuloso) como del ridículo mundo del show business. Los otros dos segmentos del largometraje no merecen ni comentario; pero esta adaptación de Nunca apuestes tu cabeza con el diablo es una cinta muy estimable.

El cuaderno de notas de Fellini
La cadena de televisión estadounidense NBC emitió entre 1967 y 1971 un programa para las tardes de los domingos titulado NBC Experiment in Television. Se trataba de una iniciativa audaz, que buscaba beneficios mediante el prestigio. Los capítulos eran de una hora, incluyendo drama, comedia, animación, música y  documentales, sin interrupción publicitaria. Entre los escritores y directores de los episodios se encontraban autores como Jim Henson o Harold Pinter. Y hubo documentales sobre Arthur Penn, The Beatles… y Federico Fellini, que dirigió su propia obra.
Apuntes de un director (1969), titulado originalmente Fellini: A director’s Notebook, emitido el 15 de marzo de 1969, es una mezcla felliniana entre documental y falso documental y se puede considerar como un complemento a su película anterior 8 y medio (1963), en tanto en cuanto asistimos a las peripecias autobiográficas de un director de cine; una prueba para ensayar el estilo deLos clowns (1970) y Roma (1972); y una anticipación de lo que sería su penúltima obra,Entrevista (1987), donde reaparece visitando sus lugares míticos.
La película, llamada en Italia (en cuya capital se filmó) Block-notes di un regista, está realizada en inglés, incluye numerosos diálogos en italiano y dura 52 minutos. Asistimos a una concatenación de tomas de la Roma felliniana, con abundantes reflexiones a cámara del propio autor, maestro de ceremonias.
La edición especial en DVD de 8 y medio comercializada en Estados Unidos (Criterion, 2001) incluye esta pequeña joya entre sus extras; sin embargo, la versión correspondiente en español (Cameo, edición limitada, 2008) lo omite, sustituyéndolo por un documental más reciente, dirigido por Damian Pettigrew: Soy un gran mentiroso (2002). Todo lo cual desemboca en que este film está inédito en castellano. Por eso, procedo a relatarlo en detalle.
Los primeros seis minutos de Apuntes de un director están dedicados a mostrarnos los decorados abandonados del proyecto nunca realizado de El viaje de G. Mastorna(comenzado en 1965, pero desechado en 1967), que están habitados por una comuna de hippies, con los que Fellini conversa. Son a todas luces hippies falsos, actores que interpretan para el film. Después de asegurar que terminará haciendo esa película, Fellini nos cuenta que ahora está inmerso en el rodaje de Satyricon. Contemplamos el Coliseo de Roma, poblado de travestis… y de un hombre del saco, que duerme. Giulietta Masina relata que ese personaje aparecía en Las noches de Cabiria, protagonizada por ella. Pero la escena se eliminó. A continuación se nos ofrece ese documento.
En un cine antiguo, unos niños alborotadores están viendo una película muda (realizada al efecto) con personajes ataviados con túnicas del mundo clásico. Se produce un asesinato y la autora es ensalzada en procesión. Un niño (Fellini en su infancia) mira la pantalla entusiasmado sobre las rodillas de su padre.
Viajamos en un automóvil a un antiguo cementerio con el Profesor Genius, un “sensitivo” ya presente en Giulietta de los espíritus y que tendrá también un papel en Satyricon. Allí el profesor (al que telefoneaba Mussolini, según asegura) tiene una visión sobre la Roma republicana.
Ahora nuestro cicerone es un estudioso de la historia de Roma, y recorremos con él montados en el metro varias estaciones. Mientras explica los lugares históricos que atravesamos, vemos que las personas que esperan en los andenes son ciudadanos de la Roma clásica.
Nueva alucinación: en la Via Appia Antica unas prostitutas latinas son abordadas por unos camioneros que se transforman en soldados romanos. Luego se nos explica que allí mismo vive Marcello Mastroianni. Entramos al jardín de su casa, donde le están haciendo un reportaje para una revista. Un autocar de turistas para y Mastroianni les saluda. Fellini explica que él es el actor que quiere para interpretar a Mastorna. Vemos cómo se le rueda en una prueba para la película, tocando el violoncelo. Pero Fellini transmite su inseguridad a Mastroianni.
Visitamos de madrugada el matadero de Roma, aún inactivo. Comienza el trabajo: los cerdos gritan y cuelgan sacrificados. Unos bustos clásicos sirven de introducción a una escena en la que los rudos trabajadores del matadero son caracterizados como luchadores antiguos. Todo esto ha servido como cásting para el Satyricon.
Oficina de Federico Fellini. Pasan a entrevistarse con él multitud de personajes variopintos, que se le ofrecen: recitan, cantan… Luego, ya en el set de Satyricon, los actores se preparan. Mientras vemos escenas del rodaje, se sobreimpresionan los títulos de crédito finales al son de 8 y medio de Nino Rota.
Una película muy interesante, dirigida por uno de los mejores autores de la historia del cine y plagada de numerosos aciertos estéticos. Inédita en castellano.
Regreso al bostezo
Con Satyricon (1969), Fellini se adentra en el mundo clásico, adaptando la obra homónima de Petronio, escritor latino del siglo I. El texto original se ha calificado de “primera novela picaresca” y a priori ofrece mucho interés, que en la versión felliniana se diluye en una sucesión de escenas esteticistas sin garra. El esquema de viaje iniciático tan querido por el director se transforma en una de las películas más aburridas de su filmografía, con los habituales toques grotescos y la abundancia de decorados grandilocuentes. Cierto es que no faltan quienes califican a esta obra como “superproducción experimental” y no seré yo quien les lleve la contraria.
Al año siguiente dirige para la televisión italiana un documental de cierto interés, Los clowns (1970), que adopta el esquema de Apuntes de un director, con Fellini y su equipo viajando de un lugar a otro en busca de viejos payasos que cuenten su historia. Todo está recreado: incluso las entrevistas carecen de sonido directo. El mundo el circo (italiano y francés) se refleja como parte de un pasado hoy inexistente, reafirmándolo con un prólogo de quince minutos en el que se muestran la infancia del director y sus personajes, claro antecedente de Amarcord (1973). Fellini y el circo: parecía lógico que esta película terminara existiendo.
Y si en la práctica totalidad de su filmografía se rinde homenaje a la ciudad eterna, enRoma (1972) este hecho se hace explícito completamente. En las tipologías de películas fellinianas, ésta entra en el apartado “rodaje de rodaje de Fellini con Fellini dentro”, que comenzó con sus Apuntes de un director, continuó con Los clowns y alcanza su máxima plenitud con Roma, concluyendo con Ensayo de orquesta y Entrevista. A lo largo de dos horas, el director nos guía en off y presencialmente por su particular retrato de la ciudad, comenzando con su infancia alejada de la capital, su llegada a ella como un joven periodista, interpretado por Peter Gonzales, y nos sumerge en la gastronomía, los atascos, el vodevil, la guerra, el subsuelo histórico, los prostíbulos, una particular escena de desfile de moda eclesiástica, las protestas juveniles reprimidas y por fin un paseo en moto por los principales monumentos de la ciudad de noche. No faltan humanos grotescos desperdigados por doquier. Para bien y para mal, desbordante.
Reaparece el genio
Cuando parecía que la genialidad de Fellini hacía aguas por todas partes, inmerso en una autocomplacencia excesiva, llegó Amarcord (1973), que con una estructura bien amarrada y una nueva banda sonora antológica de Nino Rota recopiló con el tono perfecto los mejores hallazgos de sus últimos cinco años de cine. Dejando de lado el exceso chirriante y envolviéndolo todo en un lirismo costumbrista exquisito, nos muestra el año de inicio de su adolescencia en Rímini, terminando en la boda de una mujer célebre en el pueblo, que simboliza su propia entrada en la edad adulta. Este filme (el título se traduciría como “me acuerdo”) serviría como arranque en una supuesta mirada cronológica de la autobiografía fílmica de Fellini, que continuaría con Los inútiles, proseguiría con La dolce vita y culminaría en Ocho y medio y su complementaria Giulietta de los espíritus. El uso del humor es de antología escena tras escena: inolvidable la visita al tío retrasado. Merecido cuarto Óscar a la mejor película extranjera, diez años después del anterior.
Nuevo derroche de barroquismo felliniano: Casanova (1976) adapta las memorias del célebre conquistador veneciano, eficazmente encarnado por Donald Sutherland, en unos escenarios falsamente dieciochescos y encadenando hallazgos visuales. Fellini otra vez arrollador, compone una sinfonía extravagante en una realidad paralela -nostálgica y humorística- y sale victorioso de la prueba.

Última etapa: para todos los gustos
La última banda sonora de Nino Rota para Fellini fue precisamente la compuesta paraEnsayo de orquesta (estrenada en 1979,  año de la muerte de Rota). Este falso documental de poco más de una hora producido por la televisión italiana nos muestra los momentos de trabajo de una orquesta, a cuyos integrantes va entrevistando en off el propio Fellini. Argumentalmente, es una fábula política, con la rebelión de los músicos hacia el director de la orquesta, finalmente sofocada; pero su irónica puesta en evidencia de la condición humana no acaba de funcionar y el resultado final chirría por todas partes.
Y se produce la vuelta del gran actor Marcello Mastroianni, con La ciudad de las mujeres(1980), una especie de regreso a 8 y medio, con el protagonista -Snàporaz- ahora ya cincuentón y desbordado continuamente por la presencia femenina, que en este caso es abrumadora. Se presentan irónicamente el movimiento feminista, el donjuanismo, los recuerdos de infancia… Todo ello con un esquema de viaje onírico que bebe de Alicia en el País de las Maravillas. Buenísimos momentos (el repaso en tobogán del protagonista a sus recuerdos felices) se diluyen en la ya habitual argamasa a veces intragable, acompasada por una bella banda sonora que imita a la perfección el estilo de Rota.
Vamos terminando el repaso: con 73 años, Fellini dirige Y la nave va (1983). No hay aspectos autobiográficos; no hay actores fetiche. Es el relato (a cargo de un periodista que se dirige al a cámara) de un viaje en transatlántico a principios del siglo XX, cuyos pasajeros pertenecen a la alta sociedad, para esparcir las cenizas de una célebre cantante de ópera fallecida. La muerte impregna esta obra crepuscular, con apuntes humorísticos, estudio de clases sociales y un tono general comedido. Incluye toques de genio, como la presencia del rinoceronte o las escenas musicales. La habitual tendencia a huir del verismo se encarna en un mar de plástico (ya usado en Casanova), y un rodaje íntegro en decorados. A mitad de metraje, la irrupción de unos náufragos serbios confiere de interés narrativo a la trama, y coloca al filme entre los mejores de esta etapa final.
Pero la joya de los últimos años es Ginger y Fred (1986). Nada menos que Marcello Mastroianni y Giulietta Masina protagonizando lo que en principio es una sátira contra la televisión comercial encarnada en Italia (ya entonces) por Berlusconi, pero que resulta incluir muchas cosas más: un guión perfectamente engrasado, una dirección juvenil, los dos actores inmejorables, una reflexión amarga sobre la vejez, y un derroche de delicadeza sentimental. No contiene hondas reflexiones dialogadas pero transmite todo. Una pareja de baile que lleva 30 años sin actuar es rescatada por un programa de variedades navideño, y se desencadena la poesía. No falta la visión de Roma (esta vez sucia y estridente), ni la aparición de personajes estrambóticos, que ejercen esta vez de contrapunto para acentuar el desencaje de Fred y Ginger en un mundo sin alma que ya no pueden entender. Apuntar también que en el rescate nostálgico se incluye como presentador televisivo a Franco Fabrizi, el galán caradura de Los inútiles y Almas sin conciencia.
Entrevista (1987) constituye el último divertimento intrascendente del Fellini aficionado a los falsos documentales. En este caso, y en el marco de su querida Cinecittà, combina el supuesto rodaje de un filme sobre sus primeras experiencias allí con la también figurada preparación de una película basada en América de Kafka. Bastante irregular, incluye buenos momentos, como el viaje en tranvía o el reencuentro entre Mastroianni y Anita Ekberg, 27 años después.
Y llegamos a la última película filmada por Fellini, La voz de la luna (1990). Adaptación de la novela El poema de los lunáticos, el director la lleva a su terreno y construye una especie de secuela de Amarcord:  un pequeño pueblo, con sus personajes característicos, es el lugar de peregrinación de un personaje simple y sensible (Roberto Benigni), en la línea de otros retrasados anteriores como la Gelsomina de La strada. Recuerdos de la infancia feliz (la de Fellini con su abuela en verano), un amor imposible, una fiesta popular, la presencia de otros locos, y el protagonismo final de la luna hacen estimable y entretenida esta película menor. Como anécdota, la juventud baila alienada por la música de Michael Jackson.
Dos cómics
Pero Fellini no había dicho aún la última palabra, y antes de morir aún entregó dos historias más al mercado, aunque en distinto formato: el cómic. Para ello contó con la complicidad del dibujante Milo Manara. La primera, Viaje a Tulum (1990), relata cómo Mastroianni, encarnación de Fellini una vez más con el seudónimo de Snàporaz, viaja al corazón de la cultura Tolteca mexicana para realizar una película, que se ve truncada por fenómenos extrasensoriales. Guión flojo y dibujos preciosistas. Según el propio Fellini, el cómic sirvió para que abandonara la idea de hacer el filme, que por otro lado va a ser estrenado en 2010, dirigido por el debutante Marco Bartoccioni.
La segunda entrega de la colaboración Manara-Fellini es nada menos que El viaje de G. Mastorna, llamado Fernet (1992), la mítica película escrita en 1965 y nunca rodada. La muerte del cineasta dejó la historieta inacabada, pero en un nuevo vuelco, Manara presentó una película en 2003 comentando las viñetas de su propio álbum.
Dos documentales
Federico Fellini: autorretrato (Paquito del Bosco, 2000), editado en España en DVD por Suevia Films en 2007 como Federico Fellini: el maestro, es una recopilación de entrevistas del director, entre 1952 y 1973, producida por la Radiotelevisión Italiana y titulada originalmente Federico Fellini – un autoritratto ritrovato. Fue incluido como extra en 2003 en el DVD estadounidense de La strada y en la edición especial española de La dolce vita de 2007. Su importancia radica en mostrarnos a Fellini en primera persona en distintos momentos de su vida, aunque no se puede considerar un documental sino un encadenado de retazos de programas televisivos. Cabe destacar dos momentos curiosos: el único fragmento en color, en el que vemos una recreación de lo que habría sido la primera escena de El viaje de G. Mastorna; y una rueda de prensa conjunta con Ingmar Bergman en 1969 en la que aseguran que van a rodar juntos.
Pero el documental más importante dirigido hasta la fecha sobre Federico Fellini es Soy un gran mentiroso (Damian Pettigrew, 2002), que ha sido incluido en la edición limitada en DVD española (Cameo, 2008) de Ocho y medio. Aunque pasa por alto los primeros años de su filmografía, esta película francesa tiene como columna vertebral una larga y profunda entrevista concedida por Fellini en 1992 al director. Se intercalan escenas de un buen puñado de filmes fellinianos, tanto de su resultado final como de su proceso de realización. Varios amigos y colaboradores aportan sus reflexiones y experiencias, y se completa estéticamente con rodajes actuales de antiguas localizaciones. El Fellini próximo a la muerte hace gala de un gran optimismo, aporta no pocas reflexiones sobre el arte y la vida y nos deja con un relajado sabor de boca. Y con la sensación de que, en su época final, el director era mucho más interesante que sus propias obras.

Conclusiones
Y llegamos al párrafo final: el de las respuestas. Al principio de este estudio, planteaba la sospecha de que Fellini tenía una cierta presunción de inocencia respecto a los cargos de los que se le acusa sin conocerlo. Toda esa visión superficial sobre la exageración y lo grotesco, una vez revisada su obra completa, cobra un sentido unitario que obliga a quitarse el sombrero y decirle a Fellini “encantado de conocerlo”, aunque parte de su filmografía obligue a realizar un ejercicio de paciencia.
El propio realizador nos da las claves: su vida es más real a través de los recuerdos de sus filmes que del de los acontecimientos experimentados. Su espíritu es su obra, y cuando no está dirigiendo una película no sabe muy bien qué hacer, porque sólo se siente realizado a través de la creación artística, que le convierte en un dios. Para él, arte y religión es lo mismo, y abomina del escepticismo.
Concluyendo: lo excesivo, lo extravagante, lo cómico, lo dantesco, lo erótico, lo sensible, no es más que su visión de la realidad; ni siquiera un estilo propio, sino la encarnación de un creador irrepetible, que consiguió abrir su intimidad (sus dudas, sus certezas, su enfado, su esperanza, su vitalidad, sus experiencias) para plasmarla en el cine, esa forma de arte que tanto se parece (en buenas manos) a la propia vida. Y “si no es verdad, es un buen hallazgo”. Porque es difícil no encontrarse reflejado como en un espejo en buena parte de estas 24 películas.
Lista de filmes, con puntuación
Luces de variedades (1950) ***
El jeque blanco (1952)***
Los inútiles (1953) ***
Amor en la ciudad (Segmento Agencia matrimonial) (1953)***
La strada (1954)***
Almas sin conciencia (1955)***
Las noches de Cabiria (1957)*****
La dolce vita (1960)*****
Boccaccio ’70 (Segmento Las tentaciones del doctor Antonio) (1962)**
Ocho y Medio (1963)*****
Giulietta de los espíritus (1965)**
Historias extraordinarias (Segmento Toby Dammit) (1968)***
Apuntes de un director (1969)***
Satyricon (1969)**
Los clowns (1970)**
Roma (1972)***
Amarcord (1973)****
Casanova (1976)***
Ensayo de orquesta (1978)**
La ciudad de las mujeres (1980)**
Y la nave va (1983)***
Ginger y Fred (1986)****
Entrevista (1987)**
La voz de la luna (1990)**
Federico Fellini: autorretrato (2000)**
Soy un gran mentiroso (2002)***

Estudio sobre la obra audiovisual de Antonio Tausiet

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Hagamos un repaso por la obra audiovisual de Antonio Tausiet (Zaragoza, 1967). 
En 1995, escribió el guión de¡Teléfono!, del que podemos decir que trata del deseo, el amor y el sexo, en un marco de desdoblamiento de personalidad tamizado por el humor. Al año siguiente, Gabriel Orte vuelve a grabar con un guión de Tausiet: La doble vida de Begoñica (1996), donde vemos que comienzan a repetirse los temas. De nuevo está presente el desdoblamiento de personalidad y aparece lo grotesco. En la tercera colaboración sucesiva con Orte, El cortometraje encontrado en Zaragoza (1996), otra vez el protagonista es el mismo escritor, esta vez jugando con el metalenguaje, pero siempre en la senda del narcisismo. 
Y llegamos a la primera obra dirigida por Tausiet, que nuevamente escribe e interpreta: El Hombre Bobo y el Extraterrestre (1997), un homenaje al cine de monstruos, donde se vuelve al narcisismo, a la doble personalidad, al humor grotesco, y se introducen reflexiones críticas de corte sociológico. Tanto las localizaciones de este vídeo como la de su descarte editado en 2007, El Hombre Bobo en el Tubo, dan fe de su preocupación por mostrar su entorno local, Zaragoza. 
En el divertimento Anaxímenes y Anaximandro (1998), reaparece lo grotesco y también la crítica social. El mismo año, su corto de título imposible Reivindicación retrospectiva del cine en los países del Este de Europa durante la década de los sesenta o recreo megalomaníaco de un caricato egocéntrico sexy (1998) vuelve a apostar por el narcisismo para continuar en la senda crítica. 
Dos años después, escribe y dirige El Harmario del Siglo (2000), repaso de la historia del siglo XX, que incluye localizaciones de su ciudad natal y no abandona la mirada mordaz. Una obra de encargo de tema vampírico, que resulta ser su mejor creación, le lleva a colaborar con José Ángel Delgado, el mismo año: Stari poznanici (2000). En ella se vuelve a rendir tributo al cine clásico, sin abandonar otros postulados anteriores. Delgado recupera el personaje del Bobo interpretado por Tausiet para convertirlo en un vampiro, en sus Beware (2000) y Beware: Rock en las venas (2003), cerrando el círculo de temática vampírica. 
En Pioneros del tutú (2001), Tausiet entra de lleno en lo experimental, sin abandonar ni el narcisismo ni el humor. José Ángel Delgado vuelve a dirigirle en El ruso se congela (2002), donde reaparece la temática de relaciones de pareja ya presente en ¡Teléfono! 
En 2003, un nuevo giro le lleva a montar el reportaje Travesía. Los autores, ideado y realizado por Vicky Calavia, en el que él mismo manifiesta su convicción de que no hay una frontera clara entre la ficción y el documental. De nuevo, un divertimento: Piccolinadas (2004), en colaboración con Jesús Cuartero, supone otra vuelta de tuerca en la concepción experimental. Colabora en la realización de Juguetes animados del cine (2004), con Tasio Peña y Luis Antonio Alarcón, de nuevo una pieza documental, donde flota otra vez la pasión por el séptimo arte. 
Pero su mayor compromiso con el género llega con Compresas y tabaco (2005), un falso documental que plasma su visión irónica de Zaragoza y Aragón, exquisitamente editado por Alberto Albericio, con el que ya había colaborado en numerosos trabajos anteriores. Partiendo de un argumento de Pedro Zapater, realiza Koniec? (2006), retomando el tema del desdoblamiento de personalidad y creando una atmósfera austera y tensa. Narcisismo, experimento, humor, homenaje al pasado… todo ello nuevamente reboza su Buenos días, España (2007), especie de extraño testamento vital. La crítica política y el esperpento vuelven en su colaboración con Jesús Cuartero en 76 pasos (2007). 
En 2010, en estrecha colaboración con José María Ballestín, entrega seis nuevos entretenimientos insustanciales: la Trilogía sacra, La boboda, Cadaverina y El superhéroe del triquitruco, en los que se introduce el tema de la religión (ya apuntado en La doble vida de Begoñica), además de la historia y la poesía mezcladas con la ironía. Cierra el año con el corto documental Miguel Hernández. 2011 supone una nueva colaboración con José Ángel Delgado, en Narciso y los tejedores, fábula mitológica en pixilación. Gadafi mariachi, con Ballestín, retoma la denuncia, al igual que Ruido, corto de ambos premiado en 2012. En Andalán se pone didáctico y ya en 2013 codirige, de nuevo con Ballestín, Aniversario 40, al que sigue en 2014 Las líneas perdidas: dos ambiciosos documentales sobre la memoria histórica. En 2015 vuelve a la poesía, con Spanish Street.
Así pues, vemos que los temas y tratamientos que predominan en los audiovisuales de Antonio Tausiet son el esperpento y la crítica social, la pareja, el desdoblamiento de personalidad, el narcisismo, el humor, el tributo al cine clásico, la historia, lo local, lo experimental, el documental y la religión. Una filmografía diletante, caprichosa, sin más pretensión que el juego, voluntariamente pobre de recursos pero atrevida e ilusionada, que esperamos que pronto vea su continuación.

Tres directores de cine famosos que hacen películas malas

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Cuando se va al cine a ver una película comercial, de esas que ves porque te apetece estar relajado, despreocupado, ajeno al hecho artístico, con las defensas bajas… a veces te asaltan películas pretenciosas que te ponen en guardia y te hacen salir del cine contrariado. Suelen estar dirigidas por los mismos pseudoartistas. He aquí tres de ellos.

Michael Mann
Es el especialista en crear un tono, un ambiente, que impregna todo el metraje de sus filmes. Ese tono es la quintaesencia del aburrimiento que utilizan los descerebrados para torturar. La impresión que se siente cuando se ve una película de Michael Mann es de boca pastosa, legañas, bruma. Los movimientos de cámara son superfluos, como si un mono le diese patadas de vez en cuando. Los primeros planos no narran nada, porque no hay nada que narrar. Los diálogos son esquemáticos, no transmiten sentimientos. Las situaciones parecen construidas por alguien que pasaba por allí. De vez en cuando hay ruidos fuertes, para despertarnos. A Michael Mann le gustaría ser Coppola, pero se queda en vendedor de bolsas de basura.

Algunas películas de Michael Mann: Heat, El dilema, Enemigos públicos.

Christopher Nolan
En la cocina de Nolan se preparan platos llenos de sorpresas. La memoria discurriendo hacia atrás, los sueños en los que sueñas, los superhéroes envilecidos, la experimentación sin arte. Cuando una bruja mala cosió la boca de Nolan de niño, dejó de sonreír para siempre. Y le gusta torturarnos. Con las peores actuaciones conseguidas de las grandes estrellas que contrata, con los argumentos que te hacen creer que tienes que pensar, con las explosiones, los colorines. En una de sus películas salía una actriz muy guapa y nadie se acuerda. Christopher Nolan quiere ser Kubrick, pero no filma sus manidos planos cientos de veces. Para que al menos un trozo de alguna de sus películas tuviera chispa.

Algunas películas de Christopher Nolan: Memento, El prestigio, El caballero oscuro, Origen.

David Fincher
Pasen y vean. Entren en el pasadizo de la cita ingeniosa aderezada con vómitos y sangre. Pero no se detengan. El viaje es un supuesto tour por los recovecos del alma. ¡Esperen! Un espectador se ha detenido, y rasca las paredes con la uña. Todo se desmorona. Los siete pecados capitales eran en realidad una poesía infantil. Las peleas organizadas, una excusa para mostrar algunos músculos broncíneos. La vida al revés de un don nadie no se transforma en la vida al derecho de un hombre peculiar. ¿Por qué los que no son capaces insisten sin cesar en parecer que dominan lo oscuro y grotesco como David Lynch? Porque también tienen derecho a vivir los que fabrican fuegos artificiales.

Algunas películas de David Fincher: Seven, El club de la lucha, Benjamin Button.
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